Page 15 - Pacto de silencio
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refiriendo a Gastón Vettorazzi, responsable de la División de Pesticidas de la
Organización Mundial de la Salud— le confesó en Ginebra a la periodista alemana
Gudrun Greunke que, pensándolo bien, el haber seguido este consejo que le habían
dado, no había dejado de ser bueno para él y para su familia.
María del Mar Geanini, una de las personas que con mayor honestidad y ahínco
está luchando porque se sepa la verdad de lo ocurrido, siendo ella y buena parte de su
familia afectados por el síndrome tóxico, y una de las personas que con mayor
eficacia han contribuido a alimentar mis archivos sobre el mismo, me escribió de
repente, después de haberme advertido en el mes de julio que mi propósito podía
llegar a convertirme en un kamikaze, que «sí me aceptas un consejo, olvídate del
tema y busca otro menos escabroso y menos comprometido; yo no puedo salir de él
pero tu todavía puedes». Otro de los investigadores del tema, el ya mencionado
Dr. Javier Martínez, apuntilló: «Meterse en este tema es ser de un masoquismo
horroroso», a lo que añadió que «el libro, tienes que ser consciente de que va a ser
antipopular; caerás en desgracia si lo escribes y te convertirás en un autor maldito,
para lo cual te desprestigiarán y ridiculizarán».
Paralelamente, fui observando cómo los mismos implicados —abogados, peritos
— que estaban apoyando mi labor, no acababan de dejar de desconfiar de mí: me
había plantado en el tema de repente, estaba evidenciando unas conexiones internas e
internacionales fáciles y, para acabar de despertar sospechas que iban a frenar mi
labor, era alemán y vivía en Barcelona. Dos factores que me hacían acreedor de las
sospechas de estar trabajando para la multinacional que estaba en el punto de mira del
arma que apuntaba hacia el producto causante del envenenamiento. Mientras tanto,
los directivos de esta multinacional en Barcelona —sede de su delegación en España
— se me declararon incompetentes para dar respuestas a las preguntas que les
planteaba, pasándoles la pelota a sus superiores asentados en Leverkusen, en las
márgenes del Rin, quienes a su vez se negaron a entablar dialogo conmigo. En esta
misma atmósfera de transparencia informativa el director general del Centro Superior
de Información de la Defensa, teniente general Emilio Alonso Manglano, se ve
obligado a comunicarme que el CESID jamás se interesó por la causa que mató a 650
españoles y dejó secuelas en otros 25 000, al tiempo que Felipe González me hace
saber que tampoco tiene nada que añadir a esta comunicación.
La aludida respuesta del jefe del CESID puntualizaba que nunca habían estudiado
la etiología del síndrome tóxico, y que por otra parte el destinatario de sus
evaluaciones de inteligencia era, en exclusiva el gobierno de la nación. Lo cual me
recordó la respuesta que, hace algunos años, me diera uno de los más venerados
iniciados del lamaísmo, el anciano Kalu Kempo Rimpoche, a la pregunta que le
planteé acerca de las posibilidades que tenía un amigo mío en sus pretensiones de
llegar hasta el mítico centro iniciático de Shamballah «Shamballah no es un lugar
físico; pero aunque lo fuera, tu amigo no podría ir porque no habla el tibetano».
Bueno, a ver si nos aclaramos…: o existe, y en tal caso hace falta dominar el tibetano
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