Page 205 - Pacto de silencio
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LA EXPERIMENTACIÓN CON ORGANOFOSFORADOS REPRODUCE
LA ENFERMEDAD
El miércoles 8 de abril de 1987 —día de lluvia— voy esquivando charcos en la
amplia escalinata que da acceso a la antigua Academia de Policía de Canillas. Había
quedado citado allí con el Dr. Luis Frontela Carreras, catedrático de Medicina Legal y
director del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de la universidad de
Sevilla, amén de ser el director del programa de Policía Científica y Criminalista.
Frecuentes viajes a Scotland Yard mantienen el contacto internacional. En septiembre
de 1984 fue requerido para efectuar un peritaje sobre el incendio del que había sido
víctima Salvador Dalí. También fue suyo el peritaje forense sobre el crimen de Los
Galindos. Lleva veinte años largos explicando toxicología. Es, en suma, una
reconocida autoridad en el campo de la medicina legal y de la toxicología. Al igual
que el subdirector del Hospital del Rey en Madrid, también el Dr. Frontela llegó a la
conclusión de que el síndrome tóxico de 1981 fue causado por un compuesto
organotiofosforado. Y así como el Dr. Muro centró su investigación en la
epidemiología y en rastrear la pista del producto tóxico causante del envenenamiento,
el Dr. Frontela se centró en la bioexperimentación. Tras diversas tentativas por dar
con el causante de la epidemia, el Dr. Frontela va a parar —al igual que el Dr. Muro,
pero por otro camino— al nematicida Nemacur. Así lo afirma en un primer informe:
«Las series de ratas intoxicadas directamente con Nemacur y con pimientos
tratados con Nemacur dos semanas antes de la recolección presentan similares
lesiones microscópicas que las que se observan en los fallecidos por el síndrome o
neumonía tóxica.»
A mi me lo explicó de esta guisa: «Con un grupo de animales, de ratas y de
gallinas, empezamos a hacer una experimentación: a un grupo le administrábamos
aceite de colza desnaturalizado presuntamente tóxico, otro grupo era el de control y
con otro grupo empezamos a investigar sobre pesticidas cuya estructura molecular
pudiera dar sintonías parecidos a los del síndrome tóxico. Entonces observamos a lo
largo de meses de experiencia que el aceite de colza desnaturalizado no producía las
mismas lesiones que el síndrome tóxico. Sin embargo algunos pesticidas tampoco,
hasta que llegamos a un grupo de organofosforados que si reproducían bastantes
lesiones: hasta un 70% de lesiones del síndrome tóxico». Pero dado que está en el
buen camino que conduce al esclarecimiento de los hechos, también al Dr. Frontela se
le ponen trabas a su investigación, que por cierto —al igual que el Dr. Muro— debe
costearse de su propio bolsillo: «A lo largo de todo este proceso nadie nos ayudó; es
decir, todos los gastos —que fueron bastantes millones de pesetas— se tuvieron que
cubrir a base de un esfuerzo personal increíble: nadie nos ayudó. Nosotros pedimos
ayuda al FIS (Fondo de Investigaciones Sanitarias) por ejemplo, en septiembre de
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