Page 28 - Pacto de silencio
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acusación Fernando Salas, quien añadió que— tampoco está claro el motivo por el
cual se ha abierto otro sumario paraleló a los responsables de la Administración, que
está semiparalizado en el Juzgado Central N.º I de la Audiencia Nacional, y parece
que nadie tiene demasiadas ganas de agilizarlo. No entendemos el porqué de esta
separación de responsabilidades».
También Juan Francisco Franco, uno de los principales si no el principal letrado
de la defensa, me dijo el 31 de julio último, hablando del juicio, que hasta ahora «se
han venido saltando una serie de normas procesales y esto de ahora en adelante no lo
vamos a permitir». Meses antes, en abril, ya me había hablado de las irregularidades
habidas durante la fase de instrucción del Sumario.
Para los cazadores de casualidades, vaya el dato cuando menos curioso de que
quien estuvo enclavado en la cúspide de la pirámide investigadora en la etapa
correspondiente precisamente a la investigación, está ahora, precisamente en la etapa
correspondiente al desarrollo del juicio que pretende establecer las responsabilidades
del caso, ocupando la cúspide de la pirámide acusadora de la Administración: Javier
Moscoso presidió en su día la comisión del síndrome tóxico en su calidad de ministro
de la Presidencia, siendo hoy el fiscal general del Estado. Hay asuntos que no salen
de casa.
En cualquier caso, la forma en que se está juzgando lo sucedido se enmarca a mi
entender en un absurdo legal. El desglose de las responsabilidades en dos causas
separadas —una (centrada en los comerciales del aceite de colza) en curso y la otra
(centrada en cargos de la Administración) paralizada— solamente puede conducir a
una pérdida de tiempo para el esclarecimiento de lo acaecido, al tiempo que ganan
tiempo para su impunidad los auténticos responsables de la intoxicación. El juicio
que desde marzo de este año se está celebrando en la Casa de Campo está basado en
un sumario que fue cerrado años atrás y que tuvo que ser reabierto posteriormente al
faltar determinadas pruebas periciales y, sobre todo, como ya apunté, el arma del
crimen: el tóxico, que continúa faltando cuando va se llevan más de once meses de
juicio. Juicio que en su inmensa mayoría contempla querellas que se basan en la
culpabilidad del aceite de colza desnaturalizado. Si se llega a demostrar que el origen
del síndrome no hay que buscarlo en el aceite, habrá que volver a comenzar desde el
principio con todo el proceso legal. El absurdo legal al que aludí es que se está
enjuiciando lo sucedido en la primavera de 1981 a base de un juicio de delitos
menores relacionados con la comercialización del aceite de colza, pero que no tiene
absolutamente nada que ver con el síndrome tóxico. En cuanto se vayan presentando
las pruebas que obran en poder de la defensa —y siempre y cuando no se llega antes
a un pacto entre las partes, pacto que echaría tierra suficiente sobre lo realmente
sucedido— habrá que hacer una ampliación del procedimiento actual, que conduciría
inevitablemente a un juicio nuevo de caso absolutamente distinto al que ahora se está
celebrando.
Para que el lector no introducido en el complejo entramado de este asunto pueda
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