Page 24 - Pacto de silencio
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ser velada porque no está al alcance de todas las inteligencias. No tendrás otra fuerza
que tu ciencia, y la armadura que te cubra será la protección de tu silencio». Sé que
hay temas que, no se deben tocar y éste, si bien en un plano absolutamente menos
esotérico y menos trascendental, es claramente uno de ellos. Pero eso para mí
solamente es una razón de más para adentrarme en él e intentar destaparlo. Porque no
hay derecho a que tantísima gente siga siendo eternamente muñeco ciego en manos
de quienes ocupan el poder. Otras investigaciones me han deparado serios avisos y no
por ello dejé de seguir el hilo de las mismas.
Como lo hago también ahora, sentado ante la máquina con la responsabilidad de
decidir si escribo o no escribo este libro. Sé que no será tarea fácil asumir las
consecuencias, pero alguien tiene que hablar lo más claro posible públicamente. Sé
que no se pueden demostrar muchas cosas a estas alturas, a siete años vista de los
acontecimientos, pero debo explicarle a la opinión pública lo que sucedió con más de
25 000 españoles envenenados en 1981. Con ello no hago más que satisfacer los
deseos de los dos presidentes que, desde entonces hasta hoy, gobernaron o gobiernan
a los españoles: «Tengo pasión por la claridad». Le confesaría Leopoldo
Calvo-Sotelo —presidente del Gobierno en el momento de producirse la intoxicación
— a Arturo San Agustín durante la entrevista que éste le hiciera en mayo de 1987
para el diario el Periódico o, mientras que por otro lado es de dominio público la
pasión por la transparencia informativa que proclama Felipe González.
Pero nadie les ha explicado a los españoles lo que ha sucedido. Nadie ha pedido
disculpas, nadie ha reconocido que hubo errores de gobierno. Quienes sembraron la
muerte gratuita y absurda en Hipercor, aceptaron luego públicamente la gran
responsabilidad que les correspondía por la autoría del hecho, y reconocieron también
públicamente «el gran error cometido en el desarrollo de esta operación», al tiempo
que aseguraron el testimonio de su pesar «a todo el pueblo catalán y a los familiares y
allegados de las víctimas inocentes en particular». Aún es hora —al cabo de siete
años— de que algún gobierno se pronuncie diciéndoles a los españoles que hubo un
gravísimo error que produjo 650 muertos y de resultas del cual siguen habiendo
25 000 afectados, muchos de ellos de por vida. Todavía es hora de que el gobierno de
UCD o el del PSOE reconozcan este error y pidan disculpas a los muertos, a los
afectados, a los familiares y a todos los españoles. ¿O es que cabe pensar acaso que
realmente fue algo más grave que un error?
Este libro le proporcionará al lector datos que no se le han facilitado, la otra cara
del síndrome tóxico, aquella que la Administración y el Poder han intentado
ocultarle. Refleja opiniones y posturas anteriores en su gran mayoría al comienzo de
la celebración del juicio correspondiente, anteriores por consiguiente a que se
desencadenara la ronda final de pactos, marchas atrás, y manifestaciones más o
menos aisladas de cobardes rectificaciones de opiniones o suavizaciones de posturas
mucho más definidas y críticas con anterioridad. Este libro es necesario sobre todo en
el caso de que llegara a cobrar cuerpo el pacto cuya sombra pende cual nube del
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