Page 22 - Pacto de silencio
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única posibilidad de ensayo impune en el supuesto de un acuerdo internacional de
suspensión de la experimentación y almacenamiento de armamento químico.
Pocos días después, en entrevista concedida a Vassili Morozov y divulgada a
través de la Agencia de Prensa Novosti, el coronel general Vladimir Pikalov,
comandante de las tropas químicas del Ministerio de Defensa de la Unión Soviética,
afirmó textualmente que «actualmente, existe paridad entre la URSS y los Estados
Unidos, en armas químicas». Refiriéndose al arma binaria, dijo: «Pudiendo
producirse esta arma de forma disimulada por no importa qué empresa, química, la
eficacia de un control mundial está en peligro de hallarse seriamente disminuida».
Para evitarlo, dijo que «se hacía necesario hallar lo medios de controlar a las
multinacionales y de tomar las medidas jurídicas necesarias».
Dejémoslo aquí por el momento.
Publicados sus artículos en Mundo Desconocido, y cuando nos seguía enviando
información desde tierras americanas, Alejandro Vignati murió intoxicado en
Caracas, en medio de una fuerte depresión pero también de una tremenda lucha por
salir de ella, en septiembre de 1982. Sin relación directa con la muerte de Alejandro,
dos meses después nos vimos forzados a suspender la publicación de la revista. Jesús
de las Heras, que publicó un excelente estudio monográfico sobre el caso Mestre, o
sea sobre las circunstancias que rodearon el asesinato de María Teresa Mestre, la
mujer de uno de los principales acusados en el sumario del síndrome tóxico, el
industrial catalán Enric Salomó venía publicando además muy buenos artículos sobre
la historia de este síndrome en el diario madrileño El País. Pronto dejaría de ocupar
su puesto en el citado rotativo. Si bien él no quiere relacionar ambas circunstancias.
Es una casualidad. José Oneto hacía ocho años que venía dirigiendo el semanario
Cambio 16 cuando en diciembre de 1984 éste apareció con una portada en la que se
leía que «un producto Bayer envenenó a España». No llegarían a pasar ni siquiera dos
meses más para que Oneto dejara de ocupar su puesto en la mencionada revista.
Aunque él no quiere relacionar ambas circunstancias. Es otra casualidad.
El Dr. Antonio Muro y Fernández-Cavada manifestó su opinión contraria a la de
la Administración en lo referente al agente causante de la epidemia, ya en los
primeros días de hacer su aparición ésta. Fue cesado por ello de forma fulminante e
inmediata de su cargo de director en funciones del madrileño Hospital del Rey. Pero
siguió trabajando en el esclarecimiento de las causas que originaron la enfermedad
masiva. Su investigación le llevó muy lejos —o, lo que es lo mismo muy cerca del
foco del problema—. Pero no pudo culminar su tarea El Dr. Antonio Muro murió de
cáncer de pulmón en abril de 1985. Poco podía imaginarse por aquel entonces Juan
José Rosón —el hombre que más sabía, con mucho, del síndrome tóxico, y el que
mejor nota tomaba de los movimientos del Dr. Muro («Nos llevaba un seguimiento
perfecto; a nosotros nos tenía controlados a todas horas» me diría el Dr. Juan Raúl
Sanz, jefe de Sanidad de Torrejón de Ardoz en la época de la aparición de la
epidemia)— que un año y pico más tarde moría de la misma enfermedad.
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