Page 29 - Pacto de silencio
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hacerse una idea mínimamente clara de la situación, voy a intentar esquematizarlo al
máximo el problema, antes de pasar a abordar la historia del mismo.
A principios de mayo de 1981 se detecta una enfermedad nueva en España, que
afecta a un creciente número de individuos. En los primeros días surgen diversas
hipótesis de urgencia sobre el origen que desencadenó la epidemia hasta que el
gobierno anuncia por televisión que la culpa de todo lo tiene una partida de aceite de
colza desnaturalizado, distribuido en venta ambulante. Los industriales y
comerciantes que han intervenido en el proceso de importación, manipulación y
distribución de este aceite son quienes hoy se sientan en el banquillo de los acusados.
Pero a lo largo de estos siete años ha habido una serie de científicos que han ido
evidenciando que el aceite presuntamente tóxico no pudo haber sido el causante de la
tragedia. Por lo cual el juicio que actualmente se está celebrando, no responde en
modo alguno a un espíritu de aclarar el origen del síndrome tóxico y por consiguiente
de impartir justicia y delimitar responsabilidades por la enfermedad aparecida en la
primavera de 1981, sino que se reduce a un juicio que a lo sumo podrá clarificar si
hubo o no fraude en la importación, manipulación y distribución de determinada
partida de aceite de colza. En el caso de resultar culpables realmente de un fraude de
este tipo, a los acusados, y solamente a algunos de ellos, se les podrán imponer penas
menores. Pero jamás se les pueden endosar los muertos y afectados por el síndrome
tóxico.
Simultáneamente, una serie de investigadores han ido siguiendo otra pista que
conduce a un origen mucho más lógico para la epidemia, si tomamos en
consideración todos los elementos que contornaron la intoxicación detectada en mayo
de 1981. Esta pista tiene su punto de partida en una combinación insecticida,
concretamente un combinado nematicida organotiofosforado que envenenó a las más
de 25 000 víctimas al consumir éstas tomates de una determinada partida tratada con
el aludido insecticida.
La investigación por vía judicial de esta posibilidad, así como de cualquier otra
hipótesis plausible con respecto a la causa real de la enfermedad, investigación que
no debería de finalizar hasta lograr demostrar fehacientemente cuál fue el indiscutible
desencadenante de la tragedia, es el camino que debe de desembocar en el auténtico
juicio del síndrome tóxico, con reparto de responsabilidades a quien realmente y en
justicia corresponda, caiga quien caiga. Pero que sean los auténticos culpables, y no
unos comodines inocentes en lo que a esta dimensión del problema respecta.
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