Page 34 - Pacto de silencio
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de que el aceite de colza desnaturalizado era el desencadenante del envenenamiento
masivo. Cuando el Gobierno iba, él ya volvía. Y solamente un mes después, el 11 de
julio de 1981, afirma ya que «el síndrome tóxico ha sido causado por un producto
fitosanitario vehiculizado por una partida de tomates o pimientos».
Cuando todavía no habían transcurrido dos meses y medio desde que se tuviera
conocimiento del primer caso, todos los afectados que no hubieran fallecido con
anterioridad podrían haber recibido tratamiento adecuado. Pero el Poder hizo oídos
sordos. Una y otra vez. Y una y otra vez yo pregunto: ¿por qué? Una razón muy
poderosa debía de impedir que se ahondara en cualquier línea de investigación que
pudiera llegar a demostrar lo realmente ocurrido.
El 26 de octubre de 1986 el abogado Juan Francisco Franco leyó en el Parlamento
Europeo un informe sobre el Síndrome Tóxico en el que denunciaba:
«La investigación toxicológica, química y bioexperimental quedaba circunscrita
exclusiva e indefinidamente dentro de los límites fijados por los resultados de la
investigación epidemiológica: el aceite. A pesar de los constantes resultados
negativos, el investigador oficial justificará su quehacer, o garantizará su
irresponsabilidad, en los antecedentes epidemiológicos.
»Desde los momentos iniciales recibió también la cobertura de la investigación
clínica, condicionando los diagnósticos (criterios mayores: consumo de aceite)
ocultando o retrasando el reconocimiento de síntomas de la enfermedad, y
manipulando resultados analíticos (niveles de colinesterasa).
»Paralelamente, la Administración impidió el desarrollo de hipótesis alternativas
valiéndose de todo tipo de medios incluidos la ocultación y falsificación de todos
aquellos datos que exigían la apertura de nuevas líneas de investigación».
Mientras que el Dr. Fernando Montero Jiménez, quien fuera Subdirector General
de Establecimientos y Asistencia Farmacéutica siendo Ministro de Sanidad Ernest
Lluch, después de manifestarme que «ya lo mismo da que sea el aceite, que sean los
tomates, o que sea el obispo: ya da igual; porque aquí lo que importa es hablar de
afectados», me confirmaría que el antídoto estaba claro en cualquiera de los dos
primeros supuestos: «Si en los primeros momentos de producirse la intoxicación
masiva el gobierno de UCD —o cualquier gobierno, me da igual sabe que es la
anilina, lo cual era impresentable, desde mi punto de vista, porque yo he pintado
todas las mesas del laboratorio durante toda mi vida con sulfato de anilina y me he
hinchado de absorber anilina y todos los que han trabajado conmigo y no ha pasado
nunca nada, pues suponiendo que sea la anilina— como se dijo en principio y el
aceite, cualquier gobierno que se entere de eso y lo sepa, pues con una inyección
intravenosa de azul de metileno, se resuelve el problema. Lo mismo que si resulta que
es el organofosforado Fenamiphos, en cuyo caso con el sulfato de atropina pues se
curan todos». Naturalmente que el Dr. Montoro se estaba refiriendo a tratamientos de
choque, dentro de las primeras horas de afectación del paciente, y que en estadios
más avanzados de la enfermedad ya no son efectivos.
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