Page 39 - Pacto de silencio
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pocos  investigadores  que  apuntaban  en  esta  dirección—  ya  sabían  de  qué  iba  el
           asunto.
               Otro caso sobre el que parece haber caído el velo del secreto es el de una familia
           de norteamericanos afectados por el síndrome tóxico, que vivían en una urbanización

           exclusivamente reservada para personal afecto a la base de Torrejón, y situada junto a
           la  Moraleja,  que  a  su  vez  pertenece  a  Alcobendas.  Se  quedaron  a  vivir  allí  y
           decidieron inscribirse en la asociación de afectados de Alcobendas. Ahora han sido
           citados para el juicio, y resulta que no aparecen. Con el objeto de localizar su nueva

           dirección para poder mandarles la citación, se ha logrado acceder a los servicios de
           documentación  de  personal  en  la  misma  base.  La  opinión  inicial  del  oficial
           correspondiente fue que no había problema alguno para su inmediata localización,
           puesto que si habían sido destinados a cualquier otro lugar, el nuevo destino —como

           en general el paradero permanentemente actualizado de cualquier persona que trabaje
           para el gobierno de los Estados Unidos— se localizaba de inmediato. Mas este rosado
           panorama se trocó en impenetrable neblina en cuanto introdujeron los nombres en el
           ordenador: de repente la contestación fue que todavía se estaban procesando sus datos

           y que no había respuesta. La situación continúa igual en el momento de escribir estas
           líneas.
               A quien sí pude localizar valiéndome de mis informadores en los Estados Unidos
           es al médico afecto a la base de Torrejón en el momento de producirse la epidemia, y

           cuyo paradero no fueron capaces de averiguar en seis años ni los abogados, ni los
           médicos,  ni  los  periodistas  internacionales  que  andaban  tras  su  pista:  el  coronel
           Esteban A. Alcázar está destacado (al menos lo estuvo en mayo de 1987) en el 31
           Medical  Gp/SGHL  de  la  Homestead  Air  Force  Base  radicada  en  Florida  (código

           33039),  en  los  Estados  Unidos.  Pero  también  aquí  cualquier  intento  ulterior  de
           contactar con él personalmente se disolvió en el más hermético de los silencios. Eso
           parece lógico, si recuerdo las palabras que pocos días antes había oído en boca del

           abogado de los hermanos Bengoechea: «Alcázar era uno de los médicos militares en
           la  base  de  Torrejón,  y  tenía  una  información  muy  importante  en  ese  momento:
           conocía los casos de los afectados americanos y hoy en día podría proporcionarnos
           información muy valiosa si lo localizáramos; pero no hay manera de encontrarlo».
               Quien  conocía  bien  a  Alcázar,  oriundo  de  Palencia  pero  nacionalizado

           norteamericano, es el que fuera jefe de Sanidad de Torrejón de Ardoz, el Dr. Juan
           Raúl Sanz, ya mencionado. Hablando del coronel silenciado, me dijo que «cuando
           estalló lo del síndrome tóxico, ya fue imposible dar con él, ni a través de Jefatura de

           Sanidad,  ni  a  través  del  Ayuntamiento  de  Torrejón;  no  se  averiguó  si  se  había
           trasladado con enfermos a Alemania, o si había marchado más lejos». Y el antiguo
           jefe  local  de  Sanidad,  que  se  confesaría  estrechamente  vigilado  por  Rosón  en  su
           momento, me amplió detalles sobre su relación con el coronel Alcázar:
               «Alcázar era un experto en balística. Había estado trabajando, por lo que yo sé —

           he comido varias veces con él— durante los últimos cinco años (de 1976 a 1981) en



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