Page 40 - Pacto de silencio
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bases aéreas dependientes de la OTAN. A título de hobby era un experto en balística,
y como profesional era un experto en medicina legal, sobre todo en criminologías, y
paralela y especialmente también en anatomía patológica y en todas aquellas
enfermedades raras que puedan producirse en bases aéreas. O sea que es un
estudioso, digamos, de la medicina militar. Bastante antes de producirse el síndrome
tóxico, habíamos hecho autopsias juntos a ciudadanos americanos en la misma sala
de autopsias de la base de Torrejón que, por cierto, es mejor que la de cualquier
instalación sanitaria de Madrid y de ningún sitio que yo haya visto. Yo concretamente
llegué a trabar una cierta amistad con Alcázar a raíz de las tres autopsias que hice allí
con él, puesto que nos caímos mutuamente muy bien. A raíz del síndrome tóxico
intenté conectar con él y rae fue imposible, es más: me dijeron que había
desaparecido de la base, que se había ido a Alemania. Eso lo supe por el intérprete
que tenían ellos allí, que era el que nos relacionaba con el juzgado. Me dijo el
intérprete que había salido para la base aérea que tienen ellos en Heidelberg, en
Alemania, acompañando a algunos de los americanos afectados. Y no volví a saber
más de él. Cuando he querido saber de él ha sido ahora, porque me lo pidió la
periodista alemana Gudrun Greunke, y, mira, ni el oficial del Juzgado, Julián, que ya
está jubilado y al cual le debe favores prácticamente toda la gente de la base, pudo
averiguar nada cuando con sus artes y sus mañas quiso enterarse a través del
intérprete, y a través del abogado que lleva la relación de la base con la parte jurídica
de Torrejón. Todos le respondieron una cosa: “Mira, está en una base americana; no
te podemos decir cuál. No hay comentarios sobré Alcázar, y nos han dicho que por
favor no digamos nada de nada”. Todo perdido. Y entonces el mismo Julián se
extrañó, pues decía que nunca le habían sustraído información sobre nada de lo que él
había pedido, y que les había dicho que no necesitaba hablar con Alcázar porque
tenía que ir a declarar al juicio y precisaba hablar con él, no por nada de los
americanos sino por cosas de él, de Alcázar. Pues no ha habido posibilidad alguna de
podernos relacionar con él».
Poco más me diría el Dr. Sanz acerca de las posibles implicaciones de la base de
Torrejón en el síndrome tóxico —implicaciones directas que el entonces jefe de
Sanidad de aquella población descarta categóricamente—. Solamente añadió que
«Alcázar realmente creo que se preocupó mucho al principio, porque se hicieron
comentarios en el mismo Torrejón, que si tendría que haber algo de algún escape o
algo similar de la base, por haberse dado allí los primeros casos, y entonces pues yo
creo que se alarmó, y eso me da a mi que pensar, pues coincidió con que hubo una
vigilancia extrema aquellos días en la base, y con los mismos soldados de la base
nuestra que fueron al Hospital Militar de Aire a ingresarse, pues hubo también una
cerrazón de información. Es más, a mí en un viaje, me pusieron a un hombre del
Opus, el general Almendral, una bellísima persona de Zamora, que fue subdirector
del Hospital del Aire y, por más que comentamos sobre el síndrome, él me decía que
había cosas extrañas y raras, pero nunca comentó cuáles, ni informó de nada».
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