Page 42 - Pacto de silencio
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confesó off  the  record  en  las  instalaciones  policiales  de  Canillas  que  la  culpa  del
           desconocimiento  que  se  tenía  del  agente  causante  del  síndrome  tóxico  la  tiene  la
           ineficacia de la medicina legal en España. El Dr. Antonio Muro, hijo, fue más tajante:
           «Claro, no de la legal: de todas. Fue el fracaso de los que dirigieron la investigación;

           se equivocaron totalmente. No solamente la medicina legal. Si los datos de anatomía
           patológica que te dan te dicen que tienes la entrada por vía respiratoria, y en realidad
           ha  sido  por  vía  digestiva,  pues  ya  tienes  el  problema  montado.  No  es  que  sea  un
           fracaso de la medicina legal, sino el fracaso de toda la medicina, porque estuvo mal

           dirigida». Y añadió —y a esta opinión también me sumo yo, porque es de justicia
           reconocerlo— que «la única medicina que fue un éxito fue la asistencial, que logró
           absorber  en  un  mes  una  epidemia  de  veinte  mil  personas,  a  base  de  que  todo  el
           mundo se quedase sin dormir, de trabajar turnos bestiales y demás, que esto nunca se

           ha dicho, ni se ha reconocido luego; gracias a esa dedicación se consiguió salvar a la
           gente».
               De  forma  que  aquí  la  poca  suerte  que  dentro  de  su  desgracia  corrieron  los
           afectados, les vino de la mano de la profesionalidad y dedicación, y —por qué no—

           de la capacidad de improvisación de los médicos que con su buen hacer estuvieron
           junto  a  los  enfermos.  Pero  no  de  quienes  debían  haber  visto  el  problema  en  su
           conjunto: «La tarea asistencial sí funcionó: el único problema es que el trabajo de
           investigación  no  se  dirigió  bien,  porque  al  que  estaba  ahí  además  haciendo  la

           asistencia,  pues  no  le  quedaba  tiempo  material  para  investigar.  Tenía  que  haber
           habido unos equipos dirigidos por alguien, y eso no se hizo. Porque no puedes perder
           un mes y un tercio simplemente en buscar por la vía respiratoria y no buscar nada
           más. Ahora mismo también puedo decir que fue culpa del Ministerio por permitir que

           ese mes no investigaran en otros sentidos. Y afirmar que es el aceite, pues supone que
           entonces la responsabilidad es del Gobierno también, no del de ahora, sino del de
           entonces; como el de ahora tiene que asumir lo que dejaron los de entonces, porque

           es  que  hubo  un  mes  en  el  que  no  dejaron  investigar  la  vía  digestiva.  Que  era  la
           acertada».
               Y toda esta medicación errónea e inadecuada, mientras el máximo responsable de
           la  salud  de  esos  miles  de  afectados  —y  de  la  de  todos  los  demás  españoles
           lógicamente—, el entonces ministro de Sanidad Jesús Sancho Rof, se permitía opinar

           en  rueda  de  prensa  mantenida  el  día  22  de  mayo  de  1981  que  «estamos  ante  un
           problema importante pero no grave; es más grave la gripe». Pues bueno. Mientras
           tanto miles de españoles iban enfermando y decenas de ellos muriéndose.

               Según  apuntó  el  letrado  Jesús  Castrillo  durante  el  interrogatorio  al  Dr.  Ángel
           Peralta Serrano, tiempo después habría coincidido este médico, en el bautizo de una
           niña por él tratada, con Jesús Sancho Rof y con el también ministro Núñez, quienes
           —siempre  de  acuerdo  con  la  información  que  posee  Jesús  Castrillo—  le  habrían
           confesado que «es cierto, tenías tu razón: era un organofosforado; pero no podíamos

           reconocerlo».



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