Page 78 - Pacto de silencio
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LA ADMINISTRACIÓN NO ATIENDE RAZONES







           Antes de hablar de la sintomatología de la enfermedad, habíamos quedado en que
           ésta  hacía  su  aparición  el  1  de  mayo  de  1981,  y  que  las  primeras  explicaciones
           oficiales  decían  que  se  trataba  de  una  epidemia  de  legionella,  o  enfermedad  del
           legionario. Eso era el 5 de mayo, día en que ya el Dr. Muro disentía de la opinión

           oficial, llegando como vimos a la conclusión de que la enfermedad se adquiría por vía
           digestiva. Se reafirma en su opinión al día siguiente, 6 de mayo, en que llegan al
           Hospital del Rey dos bacteriólogos expertos en la enfermedad del legionario, que de
           forma unánime descartan este posible origen por el cuadro clínico, radiológico y la

           edad  de  aparición.  Además,  el  cuadro  clínico  del  síndrome  tóxico  no  era  de  tipo
           neumónico —como debería haber sido en el caso de tratarse de una legionella—, sino
           que parecía un edema de pulmón con corazón pequeño (o normal).
               Ajenas a estos razonamientos, las autoridades sanitarias deciden el mismo día 6, y

           a raíz del aislamiento de la citada «legionella gormanii» el día anterior, que se rellene
           una  ficha  epidemiológica  de  neumonía  a  todos  los  ingresos  hospitalarios.  El  tren
           oficial enfila con decisión una vía muerta que le impide pasar por las estaciones en
           las que podría recoger la curación para los enfermos que transporta. El mismo día 6,

           el  Ministerio  de  Sanidad  forma  grupos  de  trabajo  con  el  fin  de  determinar  los
           aspectos microbiológicos, clínicos y epidemiológicos de la enfermedad. La dirección
           y coordinación de estos grupos queda encomendada al Dr. Ángel Pestaña Vargas, en
           aquel  entonces  coordinador  científico  del  Consejo  Superior  de  investigaciones

           Científicas (CSIC). Médicos y científicos buscaban afanosamente sin atender a las
           razones expuestas unos virus o bacterias que hubieran podido entrar en el organismo
           de los afectados por vía respiratoria.

               Dos días después el Dr. Luis Cañada, subdirector general de Programas de Salud,
           reconoce  —en  declaraciones  a  Diario  16—  que  «es  posible  que  el  brote  no  sea
           debido a la legionella como se había afirmado, pero aún no se puede descartar tal
           posibilidad». El Dr. Muro ya la tenía descartada con días de antelación, e insisto en
           ello porque es solamente un ejemplo de los muchos que salpican las páginas de este

           libro, indicadores del muchísimo tiempo que en conjunto se podría haber dejado de
           perder  en  este  asunto,  en  beneficio  de  la  curación  efectiva  de  los  afectados,  si  la
           Sanidad —como tantísimos otros poderes en la vida— no se rigiera exclusivamente

           por  sus  dirigentes,  sino  que  escuchara  también  la  voz  de  personas  que  les  ganan
           tiempo  a  los  problemas  simplemente  razonando  con  lógica.  Pero  sigamos  con  el
           repertorio.
               El día 9 de mayo se constituye la Comisión Clínica que cita a los directores de los
           hospitales de Madrid para informarles de la existencia de un brote epidémico del que

           podría ser responsable la legionella. En esa reunión se revisaron 25 casos existentes



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