Page 81 - Pacto de silencio
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Tampoco  fueron  tenidas  en  cuenta  estas  otras  sugerencias  del  director  en
           funciones del Hospital del Rey, circunstancia que él mismo relata:

                 «Yo le dije al Dr. Sánchez-Harguindey: “Creo que se deberían de llamar a los
                 jefes  provinciales  de  Sanidad;  es  costumbre  en  esta  Casa  —se  lo  dije  bajito,

                 estábamos  sentados  juntos—  que  cuando  hay  algo  tienen  que  venir  a  dos
                 cuestiones: primera a informarse y segunda a ayudarnos, porque nos pueden
                 hacer falta”. Entonces dijo que no le parecía bien, lo cual, pues muy respetable;
                 como  el  que  manda,  manda,  mi  obligación  como  técnico  era  sugerir  y  su

                 obligación  como  político  era  decidir.  Entonces  yo  le  dije  que  yo  llamaría  a
                 Ávila. Se vuelve y me dice: “¿Y por qué a Ávila?” Le respondo que tengo la
                 impresión de que debe venir Ávila». La impresión del Dr. Muro se confirmaría
                 de inmediato: «Me llama, por teléfono el Dr. Germain y me dice que cree que

                 tiene casos, le digo que me traiga las radiografías para decidirlo y que aunque
                 no esté invitado, que yo me comprometo a traerlo a la reunión del Ministerio. Le
                 traigo a la reunión del Ministerio, que ya fue el día 11, lunes, y le digo al Dr.
                 Sánchez-Harguindey que como yo le había dicho que iba a pasar en Ávila, que

                 aquí estaba el jefe de Ávila con las radiografías de los casos de Ávila. Pese a
                 ello tampoco se llamó a los jefes provinciales».


               Y continúa la lucha del Dr. Muro por conseguir que la Administración —los que
           en definitiva podían decidir la curación de los enfermos— abandonara la vía muerta
           en la que había entrado, para unirse a la investigación adecuada:


                 «Por  la  tarde  del  lunes  día  11  se  celebraba  una  reunión  en  la  que  yo  tenía
                 muchísimo  interés,  porque  era  la  anatomopatología,  en  la  que  había  seis
                 necropsias ya. Me interesaba en la necropsia lo contrario que a todos los que
                 estuvieran allá, como puede confirmar el Dr. Munuera, porque yo sólo quería
                 confirmar la vía digestiva. Mi preocupación fue que me dijeran cómo estaba el

                 aparato  digestivo,  cómo  estaban  los  linfáticos  del  aparato  digestivo;  y,  en
                 efecto, me confirmaron que había hiperplasia en las placas de Peyer. Me costó
                 mucho  trabajo  que  cuando  se  describió  el  patrón  anatomopatológico  se

                 incluyera: “hiperplasia de la placas de Peyer”, porque toda la necropsia iba
                 dirigida a pulmón».


               Adicionalmente, la conclusión clínica del análisis anatomopatológico probó que
           se trataba de una enfermedad que provocaba edema en cerebro, pericardio, aparato
           digestivo  y  pulmón,  de  donde  se  concluye  que  es  una  enfermedad  sistémica  y  no

           respiratoria. Pero en aquella fecha nadie quiere darse cuenta aún de esta conclusión
           excepto el Dr. Muro: ¿Por qué? Porque a alguien no le interesaba que la investigación
           se  encauzara  correctamente.  El  día  12  de  mayo  aparece  el  ya  citado  artículo  del
           Dr.  Ángel  Peralta  Serrano  en  el  diario  madrileño  Ya,  en  el  que  se  habla  de  la

           posibilidad de que todo se deba a una intoxicación por insecticidas organofosforados


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