Page 86 - Pacto de silencio
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EL ACEITE DE COLZA
El Dr. Muro fue cesado el 15 de mayo de 1981. Hacía ya unos días que en su
despacho de la dirección del madrileño Hospital del Rey guardaba una serie de bolsas
de plástico con productos de las huertas en las que había estado con sus
colaboradores. Al día siguiente de su cese, y mientras la opinión oficial seguía
dándole vueltas a la versión de que el «mycoplasma neumonía» era el que estaba
penetrando por vía respiratoria en el organismo de quienes caían enfermos, apareció
en el mencionado despacho del Dr. Muro el Dr. Pérez Gallardo con unos
norteamericanos, que se llevaron las bolsas referidas, que se fueron a Adama.
El día 18, un nuevo informe del Dr. Urbistondo (recuerdo: director de Salud de la
Delegación Territorial de Sanidad y Seguridad Social de Madrid), dirigido al director
general de Salud Pública, Dr. Valenciano, habla de la vía digestiva: «Partiendo de la
hipótesis (tal vez equivocada, pero que a falta de otra mejor, nos ha servido de partida
para nuestra investigación) de la transmisión por vía digestiva de la citada
enfermedad…».
Así llegamos al día 20 de mayo de 1981, en que el Dr. Muro rechaza la hipótesis
de las lechugas y cebolletas, tras una atenta observación de los plazos de distribución
de las mismas. Después de lo cual, como él mismo dice: «Me pongo en la cabecera
del mercadillo de Torrejón, y teníamos una serie de listados que estábamos haciendo
entre todos, de todos los productos que se pueden adquirir en el mercadillo para
comer; no trajes, o zapatos, o plantas; y entonces teníamos de todo. Hemos
investigado pues desde las aceitunas y las variantes, a las berenjenas de Almagro,
desde el sinfín de magdalenas y productos para acompañar el desayuno…, y entonces
ese día, yo, al ponerme ahí, era donde estaban los ocho puestos de aceite, ocho
puestos de aceite que en todos ellos la garrafa era idéntica y el tapón se diferenciaba
en que había tres colores: verde, rojo y amarillo».
De forma que observó la venta de unas garrafas de plástico de cinco litros, sin
marca, de aceite, y que gran cantidad de personas adquirían. Al ser éste un producto
indispensable en la confección de la ensalada, decidió poner a prueba esta vez el
aceite observado. Con lo que queda patente que, si bien se convirtió muy pronto en su
más firme opositor, el Dr. Muro fue también el primero en tener en cuenta la hipótesis
del aceite de colza, como causante de la enfermedad. Y comenta: «Pregunté en los
ocho puestos de aceite que de dónde lo traían. Y el resultado fue que los aceites, pese
a que los envases eran iguales, eran realmente distintos. Por ejemplo, unos venían de
Toledo, otros de Talavera, otros de Cedillo del Condado, otros de Alcorcón. Cada uno
venía de un sitio distinto. Tomé nota de quién proporcionaba a los vendedores
aquellos aceites, les pedí incluso los albaranes y facturas para comprobar dónde los
compraban con el fin de analizarlos, al igual que estábamos analizando otros
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