Page 79 - Pacto de silencio
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hasta  aquel  momento.  La  comisión,  con  el  concurso  de  neumólogos,  etiqueta  la
           enfermedad  como  neumonía  atípica,  tal  vez  producida  por  un  mycoplasma.  Este
           mismo día entra en la ruleta del síndrome tóxico el Dr. Juan Manuel Tabuenca Oliver,

           subdirector y director en funciones del Hospital del Niño Jesús, de Madrid, y profesor
           de  Pediatría  de  la  universidad  Autónoma  de  la  misma  ciudad;  según  él  mismo
           confesaría: «El primer conocimiento de la existencia de esta enfermedad lo tuve el
           día 9 de mayo, cuando el Ministerio de Sanidad nos citó a una reunión a médicos
           directores de hospitales, etc., con el fin de informarnos sobre los brotes aparecidos de

           esta epidemia».
               Éstos  son  los  comentarios  del  Dr.  Muro  y  Fernández-Cavada,  a  la  sazón  aún
           subdirector y director en funciones del Hospital del Rey, sobre aquella reunión:

                 «El día 9 se convoca una reunión urgente en el Ministerio de Sanidad venimos

                 con los del hospital que tenían los enfermos, para hablar de este proceso. Por
                 primera vez, en todo el tiempo que yo llevo en Sanidad, hubo una persona, Luis
                 Sánchez-Harguindey, que fue entonces el secretario de Estado para la Sanidad,
                 que dijo que la Sanidad debía de ser sólo una, que los casos no pertenecían a

                 los hospitales, sino que debían ser todos de todos, palabras que era la primera
                 vez que yo oía, en este tipo de actuación, que me parecieron fenomenales, y yo
                 salí  el  primer  día  encantado  de  la  reunión.  En  ella  presentamos,  sólo  como
                 utilidad diagnóstica rápida, el patrón pulmonar, puesto que ya les dijimos que

                 simplemente  con  una  radiografía  podían  despistarse  la  mayor  parte  de  los
                 casos, pero siempre dijimos que no era una neumonía; que era, para nosotros,
                 un edema de pulmón con corazón pequeño, es decir muy distinto al edema de
                 origen cardíaco.

                 »En  la  misma  mañana,  el  Dr.  Sánchez-Harguindey  había  montado  cuatro
                 equipos  de  actuación,  uno  de  saneamiento  o  sanidad  ambiental,  uno  de
                 epidemiología, otro clínico y otro bacteriológico. Entonces la primacía la tenían
                 los bacteriólogos, porque creían que era la única posibilidad existente. Vero por

                 la noche, al contemplar en el mapa la distribución de los casos, ya me quedé yo
                 con  un  grupo  a  los  que  les  hablé  de  que  quizá  fuera  conveniente  empezar  a
                 pensar en la vía digestiva.
                 »El  día  10  por  la  mañana,  en  la  reunión  del  piso  de  epidemiología,  el

                 Dr. Urbistondo y el Dr. Plaza comentaron la posibilidad de que se tratase de
                 una enfermedad por vía digestiva. Entonces yo insistí en que me parecía que se
                 trataba de una enfermedad por vía digestiva. Dimos una serie de razones, y nos
                 sorprendió que cuando los grupos se reunían en distintas plantas, al bajar al

                 plenario,  todo  aquello  que  se  había  comentado  sobre  la  vía  digestiva  no  fue
                 recogido por el portavoz del grupo epidemiológico; pero hubo un señor que dijo
                 que  los  epidemiólogos,  pese  a  los  días  transcurridos,  no  hablan  hecho
                 absolutamente nada».





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