Page 73 - El judío internacional
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mentiras los conceptos de "magnánimo" o "egoísta", respectivamente, en el sentido corriente
actual. El individuo liberal debería poseer más creencias, una fe más profunda y más amplia para
merecer este titulo. Pero, por lo general, no cree en nada: en realidad no es liberal, y por lo
consiguiente libre en su modo de sentir. Al buscarse la fe, se lo debe hacer entre personas buenas,
y estas generalmente son las difamadas por el hebreo como egoístas de criterio. La propaganda
judía, en consonancia con los Protocolos de Sión, ataca a las personas que fundaron su fe y la
estructura de su vida sobre un fundamento forme, ha menester de personas "magnánimas", cuya
existencia se deslice fácilmente por la superficie y de esta forma se pongan fácilmente al servicio de
su oculto plan. Esta categoría de personas interpreta naturalmente su "magnanimidad" como señal
de superioridad intelectual e independencia de espíritu.
Veamos las consecuencias que nace de esto. El hombre, de acuerdo con su constitución moral no
puede en modo alguno prescindir de tener alguna creencia. Puede ocurrir que durante cierto
tiempo crea hasta en su propia "magnanimidad", y bajo la presión social que se ejerza a favor de
esta disposición mental (o mejor dicho, carencia de dirección intelectual), entregarse
voluntariamente a ella por un espacio de tiempo relativamente breve. Pero, al fin y al cabo, dicha
mentalidad harto superficial, para poder satisfacer una tendencia de vida profunda y seria. Por tal
razón el hombre debe tener fe, por fuerza, en algo. Como prueba de lo dicho, adviértase la
innegable fuerza atractiva de las creencias negativas, a las que se acogen tan tenazmente,
precisamente aquellas personas que suponen no creer en nada. Pocas personas infinitamente libres
e independientes, penetran en aquellos vedados, que de algún modo rozan con el judaísmo, y son
estas las que son conceptuadas de inmediato como egoístas. Otras consideran más cómodo cultivar
aquellos terrenos cruzados de caminos llanos, y que no representan contradicciones en la filosofía
de la vida, ni tampoco el temor de verse considerados como "intolerantes". En una palabra:
concentran sus energías todas en la vida exterior, tal como se expresa en un Protocolo: "para
despistar las ideas y la atención de los infieles, es preciso encaminar su interés hacia la industria y
el comercio".
Asombra observar por doquier una multitud realmente seducida por dedicar su vida toda solo a
estas cosas de segundo y tercer orden, en tanto que miran, tímidos y recelosos, las cuestiones
fundamentales de la vida, que en realidad predominan en la humanidad, y de cuya solución
también depende su propio destino. Justamente esta desviación de las cosas hacia lo materialista
es la que, tanto a los Protocolos sionistas como a los portavoces hebreos, ofrece siempre el mejor
punto de ataque. "Magnanimidad" en el sentido corriente no significa otra cosa que despreciar
abiertamente las verdaderas cuestiones vitales, descendiendo con rapidez suma a un modo de
sentir puramente materialista. En esos bajos círculos del concepto de la vida, es donde impera la
discordia que predomina tan fatalmente en el mundo.
Ocurre en primer termino la ruina de las clases superiores en industria y comercio, de acuerdo con
el Protocolo que dice: "Para destruir en forma definitiva y mediante la "libertad" a la sociedad de
los infieles, es preciso colocar la industria sobre una base especulativa". Consideramos inútil
explicar lo que esto significa. Es sencillamente una degradación de toda empresa honrada hasta
trocarla en un medio inicuo para hacer dinero, y en una maniobra para encaminar toda utilidad
honrosa o no, hacia el bolsillo de los especuladores. Vale decir que el elevado arte de dirigir una
empresa mercantil se prostituye, degenerando en rapiña y teniendo por consecuencia una
desmoralización en los patronos y una peligrosa inquietud entre los obreros. Pero significa aun
más: la descomposición de la sociedad no-judía, y no solo una divergencia entre el capital y el
trabajo, sino también una disgregación de los no-judíos en todos los campos de la producción.
Empresarios y fabricantes no-judíos no son en Norteamérica los "capitalistas" propiamente dichos,
sino que la mayoría de entre ellos deben tomar préstamo el dinero con que trabajan, siendo así que
el único capitalista verdadero es el judío; mejor dicho, el judío internacional.
Con el capital hebreo amordazando a los industriales por uno de los extremos del proceso fabril no-
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