Page 27 - Teodoro Herzl El Estado Judio
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THEODOR HERZL
conozca la situación de los judíos en muchos países de Europa orien-
tal, se atreverá a afirmar que los judíos son incapaces de realizar cual-
quier trabajo manual o le son reacios.
Pero, en este escrito no quiero hacer la defensa de los judíos. Se-
ría inútil. Todo lo razonable y sentimental ya ha sido dicho sobre es-
te tema. Ahora bien, no basta encontrar las razones pertinentes pa-
ra el entendimiento y el espíritu; los que oyen tienen que ser capa-
ces de comprender, de otro modo sería predicar en el desierto. Pero
si los oyentes se hallan ya tan lejos y tan alto, entonces la prédica re-
sulta superflua. Creo en la ascensión de los hombres hacia grados ca-
da vez más altos de espiritualidad, pero lo considero de una lentitud
desesperante. Si quisiéramos esperar a que los sentimientos del hom-
bre medio alcancen los que animaban a Lessing cuando escribía “Na-
tán el sabio”, transcurriría en ello nuestra vida y la de nuestros hijos,
nietos y biznietos. Aquí nos viene a ayudar, por otro lado, el espíritu
universal.
Este siglo nos ha traído un magnífico renacimiento mediante las
conquistas de orden técnico. Pero este fantástico progreso aún no
ha sido adaptado a la humanidad. Las distancias han sido vencidas
y sin embargo nos atormentamos con los sufrimientos de la estre-
chez. Rápidamente y sin peligro navegamos ahora en gigantescos
buques por mares antes desconocidos. Conducimos ferrocarriles
seguros a lo alto de las montañas, a las que, en otros tiempos, su-
bíamos temerosos a pie. Lo que acontece en países que no habían
sido aún descubiertos, cuando Europa recluía a los judíos en gue-
tos, lo sabemos a las pocas horas. Por eso la miseria en que viven
los judíos es un anacronismo, y no porque ya hubo, cien años ha,
una época de despertar cultural, que en realidad existió solamente
para los espíritus más distinguidos.
Ahora bien, creo que la luz eléctrica no ha sido inventada, de nin-
guna manera, para que algunos snobs iluminen sus lujosas habitacio-
nes, sino para que a su luz resolvamos los problemas de la humani-
dad. Uno de éstos, y no el menos importante, es el problema judío.
Resolviéndolo, no trabajamos tan sólo para nosotros mismos, sino a
favor de muchos otros míseros y oprimidos.
El problema judío existe. Sería locura negarlo. Es un residuo de la
Edad Media, del que los pueblos cultos, con la mejor voluntad, no
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