Page 32 - Teodoro Herzl El Estado Judio
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EL ESTADO JUDÍO
los asimilados se librarían de la competencia molesta, incalculable e
inevitable del proletariado judío, que es arrojado de aquí para allí por
la presión política y la necesidad económica. Este proletariado ines-
table se afirmaría. Actualmente, muchos ciudadanos cristianos, a
quienes se califica de antisemitas, pueden oponerse a la inmigración
de judíos extranjeros. Los ciudadanos judíos no pueden hacerlo aun-
que son los más afectados, pues sobre ellos pesa la emulación de in-
dividuos situados en el mismo nivel económico y que, además, im-
portan el antisemitismo o agravan el ya existente. Es una pena se-
creta de los asimilados que se alivia por medio de empresas “gene-
rosas”. Ellos fundan sociedades de emigración para judíos inmigran-
tes. Este fenómeno implica un contrasentido, que podría resultar jo-
coso, si no se tratara de gentes desdichadas. Algunas de estas socie-
dades de protección no obran a favor sino en contra de los judíos
perseguidos, a fin de que los más sean alejados lo antes y lo más le-
jos posible. Y así, observando atentamente, se descubre que muchos
amigos aparentes de los judíos no son sino antisemitas de origen ju-
dío, disfrazados de benefactores.
Pero hasta los intentos de colonización hechos por hombres
realmente bien intencionados no tuvieron resultado hasta ahora,
aunque fueron intentos interesantes. No creo que para algunos hu-
biese constituido una especie de deporte el haber hecho emigrar a
pobres judíos, como se hace correr caballos. El asunto es demasia-
do serio y demasiado triste. Estos intentos fueron interesantes en
tanto que nos pintan, en pequeño, a los precursores prácticos de la
idea de un Estado Judío. Y hasta fueron útiles por cuanto se come-
tieron en ellos errores que se pueden evitar cuando se trate de una
realización en grande. Naturalmente, que con estos ensayos se cau-
saron también daños. La transplantación del antisemitismo a nue-
vas comarcas, que es la consecuencia necesaria de una infiltración
tan ingeniosa, la considero como un perjuicio menor. Lo peor es
que sus consecuencias han despertado dudas en los judíos mismos,
sobre la capacidad del hombre judío. Estas dudas pueden ser disipa-
das con la siguiente argumentación: lo que en pequeño es inconve-
niente e irrealizable, no tiene que serlo en grande. En iguales con-
diciones, una pequeña empresa puede producir pérdidas mientras
una grande alcanza grandes utilidades. Un arroyo no es navegable
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