Page 30 - Teodoro Herzl El Estado Judio
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EL ESTADO JUDÍO
         posibilidad: los judíos tendrían que alcanzar tal poder económico
         hasta que el viejo prejuicio social fuera vencido. El ejemplo lo pro-
         porciona la aristocracia en la que, proporcionalmente, abundan los
         casamientos mixtos. La vieja nobleza se deja dorar de nuevo con el
         dinero de los judíos y algunas familias judías son así absorbidas. Pe-
         ro ¿qué forma adoptaría este fenómeno en las clases medias, don-
         de el problema judío cunde, dado que los judíos constituyen un
         pueblo burgués? La obtención del poder económico, que es condi-
         ción previa, equivaldría a la autocracia económica de los judíos,
         que ya ahora es afirmada falsamente. Y si ya el poder actual de los
         judíos provoca tales explosiones de alarma y de furor por parte de
         los antisemitas, ¡a qué estallidos no daría lugar el acrecentamiento
         ulterior de dicho poder! Tal intento de reabsorción no puede ser lo-
         grado, pues sería el sometimiento de la mayoría por una minoría
         que, hasta hace poco, era despreciada y que no cuenta con una
         fuerza bélica o administrativa. Por eso considero inverosímil que se
         realice la reabsorción de los judíos por el bienestar económico. Los
         países que hoy son antisemitas se adherirán a mi punto de vista.
         Los otros, en los que los judíos se hallan momentáneamente bien,
         tal vez mis hermanos de raza combatirán mis aserciones de la ma-
         nera más violenta. Me creerán recién cuando sean acosados, de
         nuevo, por los antisemitas. Y cuanto más se haga esperar el anti-
         semitismo, con tanto más furor estallará. La infiltración de los ju-
         díos inmigrantes, atraídos por una aparente seguridad, por una
         parte, así como el creciente ascenso de clases de los judíos autóc-
         tonos por la otra, obran al unísono para precipitar el desenlace fa-
         tal. Nada hay más sencillo que esta conclusión.
            Más el haber arribado a ella, serenamente y ajustándome sólo a
         la verdad, hará recaer sobre mí, como es de prever, la oposición y el
         odio de los judíos de buena situación. Si sólo se tratara de intereses
         privados, cuyos dueños, por estupidez o cobardía, se sintieran ame-
         nazados, se pondría de lado el asunto con una sonrisa despectiva,
         puesto que son más importantes los intereses de los pobres y de los
         oprimidos. No quiero, sin embargo, dar lugar a interpretaciones
         erróneas, a saber: que si algún día este plan se realizara, los judíos
         poderosos resultarían perjudicados. Por eso quiero aclarar detallada-
         mente lo referente a los derechos de propiedad. Si el pensamiento


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