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DEL CONFINAMIENTO A LA PRIMERA
LÍNEA
Por: Md. David Sánchez Jaya
Sucedió lo que jamás había imagino: cuarentena. En redes sociales
los memes y chistes perdieron su gracia y espacio con relación a todas
las noticias alrededor de este fenómeno. Parecía lejano y, sin embargo, se
transformó en una ineludible realidad que había que enfrentar, ante su lle-
gada al país; sí, el Sars-Cov-2 se instaló en el Ecuador. En mi provincia,
aún sin casos presentes, se inició la aplicación de medidas restrictivas, las
cuales con el pasar de los días aumentaron en rigor: confinamiento, sus-
pensión de actividades académicas, negocios cerrados excepto aquellos
que suministraban alimentos e insumos médicos necesarios para atender
la emergencia sanitaria. Calles desoladas, ciudades fantasmas, y la frase
“Quédate en Casa” pasó a ser el mensaje recurrente, a todo nivel.
Se promocionaban más que nunca antes las medidas de higiene, aque-
llas que el personal de salud siempre ha difundido pero que se pasaban
por alto en la cotidianidad: distanciamiento, uso de mascarilla, lavado
de manos, gel antibacterial y alcohol, para prevenir el contagio; sin em-
bargo, calculo que para el día veinte de confinamiento, aparecieron los
primeros casos en la ciudad, siendo los comerciantes los primeros con-
tagiados quienes por necesidad transportaron su mercadería a la Costa
Ecuatoriana. Entonces, el segundo componente de la crisis empieza a
manifestarse, golpeando a quienes viven del día a día: el dinero.
Se siente ya el aburrimiento. Los días cargados de tristeza, ansiedad
y soledad se apoderan de la comunidad, y el encierro genera la nostalgia
respecto a las actividades que antes se podían ejecutar sin problema,
como tomar un café con alguien o jugar fútbol con los amigos de toda
la vida, ya que se convirtieron en actividades peligrosas; ni que decir
respecto a la ternura de un beso o la calidez de un abrazo. Todo eso des-
apareció de un momento a otro, porque se transformaron en armas mor-
tales. Se hace famosa aquella canción que dice “volveremos a juntarnos,
volveremos a brindar” la misma que es coreada con sentimiento en va-
rias latitudes, siendo una inyección de fortaleza para el mundo. Pienso
“¿Cuánto puede cambiar la vida en tan poco tiempo?, y lo irónico es que
lo más lindo de ella ahora puede matarnos.
Tanto anhelé un trabajo que me permita aplicar lo aprendido, ejercer
la carrera para la que me preparé y a la que dediqué días y noches enteras,
que se hizo realidad: “Bienvenido al hospital general” decía el encabe-
zado del mensaje recibido y lo mejor es que sería en el mismo lugar en el
que tanto aprendí durante mi formación. Era una mezcla de emociones,
entre la felicidad por trabajar, la emoción por el reencuentro con mis
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