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Como consecuencia de la flexibilización, mi consultorio volvió a lle-
narse de pacientes contagiados, entonces o los recibía allí o me dirigía a
sus hogares, pero no podían ser las dos actividades en simultáneo. Elegí
la primera alternativa, con todo el estrés del caso por quienes no podían
acudir a la consulta, lo que me llevó a perder el sueño, sin descanso. Y así
una nueva lección: la confianza absoluta que me tenían todos y cada uno
de ellos, lo cual me impulsó, en un momento en el que física y mental-
mente estaba molida, destruida, haciéndome sentir útil para la sociedad,
luego de tantos años de devocional dedicación al estudio y preparación.
Jamás volví a pensar en dejar de atender, dentro de un contexto en el que
se perdieron muchas vidas. ¡Siempre estaré para la gente!

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