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RELATOS DE LA CONSULTA EXTERNA


                                                Por: Md. José Miguel Villacís N.

                  Recordar experiencias y anécdotas vividas en el ejercicio de la medi-
               cina durante la pandemia de la Covid-19, y compartirlas en estas líneas
               me llena de orgullo y satisfacción, a mis veintisiete años de edad. Vale
               decir que siempre supe que quería ganarme la vida sirviendo a la pobla-
               ción y por eso elegí este camino, de la mano de un trato cálido, humano
               y de calidad con quienes lo requieran, elementos que he mantenido, cual
               prueba de fuego, dentro de las contrariedades vividas en los primeros
               meses del año 2020.
                  La historia comienza luego de haber terminado mi año de medicatura
               rural, en el área de consulta externa, a la que la gente podía asistir sin
               mascarilla, con tranquilidad, y los equipos de bioseguridad que yo utili-
               zaba eran los clásicos bata y guantes para examinarlos. Ahora, casi a fin
               del mismo año, eso es muy lejano y casi un mito, una leyenda, porque no
               existe más. El famoso “Marzo 2020” se convirtió en el punto de quiebre
               del estilo de vida en territorio nacional. Aquel primer mes de consulta,
               dentro de la pandemia, es inolvidable, dado que la afluencia bajó, pero
               quienes acudían lo hacían con síntomas de catarro, a quienes se los con-
               sideraba como pacientes Sars-Cov-2 hasta que se demuestre lo contrario.
                  El procedimiento cambió y teníamos que sospechar de todos, a ma-
               nera de prevención; sin embargo, la limitante para validar o descartar
               la hipótesis se centraba en dónde podían realizarse las pruebas para tal
               efecto, dado que en mi lugar de trabajo no existía esa alternativa, pese
               a ser un centro médico de primer nivel y segundo nivel de atención, al
               enfocarse en consulta externa, sumando que los laboratorios que habían
               empezado a transitar ese camino eran contados en todo el país, no sólo
               en mi locación.

                  Además, la desinformación general era otro de los conflictos al que
               me enfrenté, como todos, dado que el avance del contagio, local e inter-
               nacionalmente, era mucho más veloz que las medidas a tomar, en lo per-
               sonal y desde las autoridades, así como en los estudios que se realizaban
               entorno a esta nueva enfermedad llegada de Asia. Por propia voluntad,
               agregué la mascarilla N95 a mi atuendo cotidiano apenas empezó este
               asunto, y el lavado de manos constante, que es obligatorio para quienes
               estamos en esta profesión, se volvió una actividad de vida o muerte. Del
               otro lado, a los pacientes no se les exigía el uso de la mascarilla, a menos
               que presentaran síntomas respiratorios de vías aéreas superiores, sin em-
               bargo, los invitaba a usarla todo el tiempo dadas las recomendaciones
               de la Organización Mundial de la Salud OMS, a manera de prevención.



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