Page 7 - La Cocina del Diablo
P. 7

El programa se desenvolvió exactamente como el día anterior. A primera hora de la mañana, un golpe de
         gong despierta a los 4 huéspedes de la casa del Diablo. Un alto parlante les ordena de dirigirse al ascensor.
         Ellos corrieron. Ni bien llegaron la cabina del ascensor paró delante de ellos. La puerta se abrió y de ella
         salió un hombre que no tenía nada de diabólico. El saludó. Era alto, elegante, simpático. Con una sonrisa se
         presentó: “Azo”.
                Luego les pidió entrar al ascensor. Como la cabina se iba a fondo con un silbido, a una velocidad loca,
         la joven preguntó:
         -      ¿Estamos bajando?
                Era una pregunta ingenua.
         -      Sí,  contestó  Azo.  Les  voy  a hacer  visitar  mis  laboratorios.  Mi  colega  Morf  ya  les  explicó  nuestro
         esfuerzo para privar a la alimentación humana de los elementos indispensables para la vida. Ahora mismo les
         enseñaré de qué manera les incorporamos sustancias extrañas que arruinan la salud.
                Alfred preguntó:
         -      Si bien comprendo, usted es …
         -      Yo  dirijo  el  departamento  de  venenos,  respondió  Azo,  o,  si  Ud.  prefiere,  soy  el  demonio  de  los
         conserveros, para servirlo.
                Azo no cesaba de sonreir.
                Abajo,  un  grupo  de  señores  esperaban  a  los  invitados.  El  elegante  subordinado  del  Diablo  los
         presentó:
         -      Algunos de mis colaboradores: químicos, médicos, expertos científicos, comerciantes.
                Los señores se inclinaron sin decir una palabra.
         -      ¿A qué profundidad estamos? preguntó Bob.
         -      Veinte pisos debajo del nivel del suelo, contestó Azo.
                A pesar de la profundidad, los laboratorios no dejaban de ser vastos  y bien iluminados. Dentro de
         cajas, jaulas y acuarios, podían verse animales vivos: serpientes, pájaros, cisnes, perros, cobayos, cocodrilos.
         -      Nosotros  sólo  les  damos  alimentación  industrial  de  los  hombres,  dijo  Azo.  Pruebo  sobre  ellos  los
         venenos que mezclo a ésta.
         -      ¿Y si ellos se niegan a comer? preguntó la doctora.
         -      Entonces yo sé que el veneno es eficaz, e intensifico mi propaganda en su favor ¡Vean por ejemplo
         este pájaro! Es un ruiseñor de China. El se alimenta de buen grado de la dulce pulpa de la naranja.
         -      ¿Y por qué se queda así, tristemente sin buscar su alimento? ¿Ya no tiene hambre?
         -      Al contrario, él tiene hambre. Pero esas naranjas han sido rociadas con difenil.
         -      ¿Por cuál motivo?
         -      Para que se conserven más fácilmente.
                Alfredo, el técnico, menea la cabeza con un aire de superioridad:
         -      El  profesor  Michael,  de  la  Universidad  de  Ortosanto,  ha  establecido  que  el  difenil  de  las
         pulverizaciones permanece en la superficie de los frutos y no penetra en la pulpa.
         -      Entonces, ¿por qué este pájaro no come? preguntó Francoise.
                Azo contesta con ironía.
         -      Tal vez él ha sabido que el profesor Michael ha recibido 100,000 florines del Cartel de arboricultores
         y 50,000 florines del Trust de productos químicos para afirmar la contra-verdad que usted acaba de repetir
         después que él.
         -      ¿Y estos pobres pequeños terneros? se preguntó Sten, señalando dos animales flacos, de pelo hirsuto,
         manifiestamente enfermos y acostados en el suelo de sus cajas.
         -      Ellos van a morir, explicó Azo. Nosotros los alimentamos exclusivamente de leche pasteurizada.
         -      ¿Quiere Ud. decir …? comenzó a decir la joven.
                Pero el demonio la interrumpió.
         -      ¡Usted comprenderá todo! ¡Tenga paciencia! Mire esos ratones: les damos alimentos coloreados al
         aceite anaranjado E, extremadamente usado en la industria alimenticia. Sus hígados presentan ya lesiones y
         tumores.

         La Cocina del Diablo – Gunther Schwab                                                                 6
   2   3   4   5   6   7   8   9   10   11   12