Page 113 - Necronomicon
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deslumbrante burbujeo de un cielo policromo. El modelo laberíntico se traspone desde los
barrios bajos de Arkham y se convierte en el prototipo de todas las ciudades de Lovecraft,
absolutamente imaginarias, con unos nombres que parecen contener errores tipográficos.
Llek-Vad, R'lyeh, Sarnath, Ulthar, Thalarion, "aquella. fascinante y repelente ciudad... por
la que sólo andan demonios y cosas locas, no hombres". La carne no es la sustancia de la
que están compuestos los seres que habitan estos lugares.
Cuando observamos los majestuosos pilares de estas ciudades, sabemos que hemos dejado
bastante atrás los terrores enraizados en el mundo real del bosque, y los barrios bajos, y los
puertos. La arquitectura es absolutamente no-funcional, y a menudo presenta una confusión
de estilos – arcos góticos, portales renacentistas, pirámides aztecas, cúpulas morunas – que
sugieren un escudriñamiento a fondo de todas las ciudades que existieron o pudieron haber
existido.
Algunas veces, esta inhabitable arquitectura e parece a aquellas ciudades de niebla y
encajes dibujadas por Paul Klee: "las murallas de Sarnath eran de ladrillo barnizado y
calcedonia, teniendo cada una un jardín amurallado y su pequeño lago de cristal" (The
Doom That Came to Sarnath). Otras tienen la sonoridad metafísica de las perspectivas de
De Chirico, como Atlantis, la ciudad bajo el mar que aparece en The Temple: "un amplio y
elaborado conjunto de edificios en ruinas", la mayoría de mármol, "impolutos e inviolados
en la noche y en el silencio eternos de un abismo oceánico". Son ciudades para ser vistas,
no para ser habitadas.
Estas ciudades de sueño a menudo empiezan como bellas visiones trazadas en todas las
hipérboles "camp" de que disponía Lovecraft; pero el sueño pronto se hace desabrido; la
paranoica complejidad de las columnatas (que Marx Ernst habría llamado probablemente
"falustradas"), los callejones, las rampas, las torres, empiezan a destilar su propia
oscuridad. La alucinación se transforma en delirio. Las terrazas se desmoronan; los
cimientos se hunden; percibimos el resto de la pesadilla a medida que vamos presintiendo
la inminencia de la catástrofe. Hay una oculta inquietud en los peristilos. Al final nos
vemos forzados a admitir cuán pocos, poquísimos sueños resultan, en realidad,
completamente placenteros.
En estos paisajes, un sonido acompaña siempre la transformación del sueño en pavor: es el
sonido de las flautas. La neurastenia de Lovecraft, que le sensibilizaba a los sonidos,
texturas y temperatura tanto como al propio Roderick Usher, utiliza este aflautado sonido
una y otra vez, como preludio de una crisis de la imaginación que sacará a los informar es
seres de sus cuevas o cambiará una tranquila mansión de Nueva Inglaterra en un lugar de
horror. Gilman, el estudiante de The Dreams in the Witch-House, identifica el origen de
este sonido como "el trono de Caos en el que suenan estúpidamente agudas flautas".
El sonido de las flautas anuncia el acercamiento a la puerta del mundo interior de The
Festival. En las montañas de la Antártida, las mismas rocas emiten un agudo sonido
producido por el viento que sopla a través de ellas; son como un gran conjunto de
zampoñas de piedra. "Rachas intermitentes del terrible viento antártico barrían
furiosamente las desviadas cimas con cadencias que algunas veces contenían imprecisas
sugerencias de un sonido musical salvaje y vagamente sensible; con notas que se extendían
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