Page 112 - Necronomicon
P. 112
Como en un grabado de Piranesi, las lúcidas líneas de la arquitectura palladiana se
transforman mediante un proceso de progresiva paranoia en un laberinto de ignorancia y
angustia. Red Hook, en Brooklyn, "es un laberinto de viejo mugre cecea del antiguo barrio
marítimo", "una maraña de podredumbre material y espiritual" donde, como en Providence,
la presencia del océano – engendrador de monstruos, "mansión abismal", residencia de
Dagon y de los misteriosos anfibios de Lovecraft – sugieren el horror de lo informe.
Nueva York sufre la misma decadencia en He. Vista por un recién llegado que la pisa por
primera vez, desde un puente y a la puesta del sol, la ciudad parece el Eldorado, una
fabulosa ciudad de sueño con "sus increíbles picos y pirámides elevándose delicadamente
como flores desde unos charcos de niebla violeta". Pero un mejor conocimiento revela una
ciudad "completamente muerta, con su cuerpo caído, imperfectamente embalsamado e
infestado por extrañas cosas inanimadas que, a diferencia de cuando estaba con vida, no
tienen nada que hacer con él". El nigromante, el "él" del título, retrocede con el narrador en
el tiempo hasta una inocente ciudad del pasado colonial y entonces le revela, en un espejo
mágico, la ciudad del futuro.
"Vi los cielos plagados de extrañas cosas volantes, y debajo de ellas una infernal ciudad
negra de gigantes terrazas de piedra con impías pirámides elevándose sin orden ni concierto
hacia la Luna, y luces brillando diabólicamente desde innumerables ventanas. Y
hormigueando repugnantemente sobre galerías aéreas vi las gentes amarillas y bizcas de
aquella ciudad, horriblemente vestidas de naranja y rojo, bailando alocadamente con el batir
de enfebrecidos timbales... ".
El Eldorado soñado se ha convertido en una ciudad de pesadilla, de negra roca que también
se extiende más allá de los muros de la dormición. El narrador huye de la casa del
nigromante, que era el corazón del laberinto, el espacio central en el cual se guardaba el
horroroso secreto. "Nunca intentaré volver a aquellos tenebrosos laberintos". Irá a casa, a
una inocente Nueva Inglaterra, cuyos callejones "son barridos por fragantes vientos
marinos al anochecer". Sin embargo, considerando la importancia del océano en la
mitología de Lovecraft, esta inocencia es ilusoria; en cualquier momento puede ser
invadida por los informes habitantes de las profundidades. ¿No construyó Gnorri, el
barbudo y con aletas, "singulares laberintos en el mar debajo de la ciudad de Llek-Vad?
(Through the Gates of the Silver Key).
La inocente Nueva Inglaterra, cuyas tierras de labranza Lovecraft invoca ocasionalmente
como un símbolo de rusticidad es, no obstante, la mansión de los demonios. Arkham, con
su maraña de callejones sin pavimentar y oliendo a moho, "la inmutable ciudad de Arkham
llena de leyendas de encantamientos, con sus arracimados tejados de estilo holandés que se
inclinan pavoneándose sobre desvanes donde las brujas se esconden de los hombres del
Rey", es ella misma un laberinto. El secreto que esconde este laberinto es el espectro del
sacrificio humano y el canibalismo, que parece haber fascinado a Lovecraft hasta un grado
desacostumbrado.
En la casa de Arkham donde una vez vivió una bruja, el estudiante Gilman sueña con una
ciudad infernal, una ciudad con "extraños picos, superficies equilibradas, cúpulas,
minaretes, discos horizontales colocados sobre pináculos", todo reluciendo bajo el
111