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tiene también plasmados esos contenidos. Quien va a visitar por primera vez a alguien y mientras le
espera ha observado su biblioteca y los objetos que lo rodean, al conocer a la persona ya tiene una gran
información sobre ella como si la hubiera tratado con anterioridad. Compartir ese conjunto de obras
atesoradas o producidas puede hacer vibrar a otros en la misma frecuencia y así no estaríamos
encerrados en un disfrute solitario del arte y del conocimiento sino haciéndole llegar a otros nuestro
microentorno que no es sólo un cúmulo de satisfacciones banales sino expresión de nosotros mismos,
de nuestra biografía, de nuestras características personales, de nuestros anhelos, éxitos y frustraciones.
Aún a aquellos que en la historia creyeron disfrutar de poder omnímodo o gran peso intelectual les
resultó muy difícil poder variar un ápice el curso del devenir. Esto genera temor; más aún, cuando
nuestra percepción del mundo es manejada por organizaciones diestras en todas las artes de la difusión
o manipulación de los eventos durante veinticuatro horas al día, todos los días. Nuestro ritmo
circadiano ocurre al compás de noticiero tras noticiero, programa de opinión tras programa de opinión,
bombardeo de información a través de las redes sociales y al final, no sabemos con certeza la veracidad
y solidez de todo lo visto, escuchado o leído lo que se suma a la zozobra.
Ese primate pequeño que somos y que al inicio de los tiempos recorría las interminables llanuras
perseguido por sus predadores, de cataclismo en cataclismo, reaccionaba en su organismo de manera
similar a como lo hacemos sus descendientes dotados de inteligencia la cual amplifica aún más la
percepción, el análisis, el desasosiego. Claro que actualmente no enfrentamos las fauces de un predador
sino a una pantalla de televisor, teléfono, reloj o tableta conectada a las redes sociales.
Lo que para nuestros padres y abuelos fue a lo mejor una casona colonial con amplios espacios y salones
se ha convertido para muchos de nosotros en los reducidos confines de un apartamento. ¿Qué
dimensiones tendrán entonces esa biblioteca, esas obras de arte, ese jardín interior? Pues simplemente,
muy pequeñas y por eso como en épocas pretéritas al emprender un viaje se reunían pocas y muy
seleccionadas obras de todo tipo, así también nosotros tenemos que reducir el volumen de ese equipaje
en sus dimensiones y en su muy buena selección.
¿Hasta dónde una tableta puede tener almacenados nuestras vivencias y recuerdos y todas estas cosas,
aparte de lo visual o auditivo? ¿Ella tiene algo sensorial agregado como el tacto y el olfato? ¿Es lo mismo
leer en una tableta una obra clásica o tener en las manos una edición antigua que huela a libro viejo?.
Hemos tenido el privilegio de extasiarnos con las obras de algunos artistas plásticos en colecciones
privadas así estructuradas donde no privan ni el interés comercial ni el desarrollo en grandes áreas
porque su finalidad primordial es la de serlo para el propio disfrute. Toda persona debe dedicar los años
productivos de su vida a sembrar y cultivar su jardín interior con elementos sensoriales que estimulen
sus vivencias y recuerdos. Esa es la finalidad. Convive con el arte y la naturaleza que te rodean y una vez
que los incorporas a tu entorno entras en un perfecto equilibrio con ellos.
Mas la colección no debe limitarse a las artes plásticas sino que debe también incluir literatura, música,
recuerdos familiares, mobiliario, fotografías, libros, las cosas que hacen placentera la estada en el hogar
y el disfrute con los amigos. Entre los recuerdos pueden también estar fotografías de la bella naturaleza
en la que ha tocado vivir.
La labor que hace Ego Group Inc. preservando y difundiendo la memoria poética y literaria y acercando
con sus coloquios en Books & Books de Coral Gables, (Florida) a los amantes del arte y la cultura ha
jugado un papel muy importante en la construcción de esos jardines interiores.
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