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Cepas que se utilizan. Generalmente el color amarillento y traslucido de estos vinos
hace suponer que solo se utilizan cepas blancas en su elaboración, pero no siempre es
así. La receta más tradicional incluye Chardonnay y Pinot Noir. De este modo la cepa
blanca es responsable del matiz frutal que recuerda a los cítricos y aromas tropicales
mientras la tinta aporta estructura, textura y los dejos de frutos rojos que suman
complejidad. Una especie de yin-yang donde cada una colabora al equilibrio.
Cuestión de color. Como siempre sucede con los vinos, nunca hay un único modo de
elaborarlos. En estos blancos bien pueden participar cepas de color cuyos vinos se
vinifican sin entrar en contacto con los hollejos. Ahora si la etiqueta indica Blanc de
Blancs se debe asumir que solo participaron uvas blancas en la elaboración mientras
que si menciona Blanc de Noirs se trata de un blanco de tintas. En cuanto a los Rosé
pueden ser mezcla de blancas y tintas o bien estar elaborados solo con uvas de color.
Las copas. Se recomienda servirlos en las clásicas copas flauta de cristal con forma
de tulipa. La medida ideal es hasta ¾ partes para poder apreciar el recorrido de las
burbujas y a la vez evitar que pierda temperatura.
Sin embargo hoy los expertos recomiendan utilizar copones de vino tinto para los
espumosos más complejos y longevos.
Cómo se catan. El color se aprecia igual que en los vinos blancos y se debe prestar
atención al ascenso e intensidad de las burbujas. Nunca se agita la copa para evitar
que se pierda gas carbónico. Entre los aromas siempre se aprecian tonos de levaduras y
panificación junto a tonos frutales, frescos y maduros.
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