Page 506 - Auge y caída del antiguo Egipto
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sobre todo el valle del Nilo, el Imperio asirio estaba siendo reconstruido por su
               resuelto  gobernante  (Tiglath-Pileser  III).  Sus  tácticas  eran  despiadadas  e

               inflexibles.  Los  territorios  conquistados  eran  administrados  directamente  por

               gobernadores designados por el gobierno central, que a su vez estaban sujetos a
               inspecciones aleatorias por parte de inspectores reales. Para minar la lealtad y las

               identidades autóctonas, casi un cuarto de millón de personas fueron reubicadas

               por la fuerza en todo el imperio, en una campaña concertada de limpieza étnica.

               En la época en que Shabako se convirtió en rey de Kush y de Egipto, la mayor
               parte de Oriente Próximo parecía sufrir bajo el yugo asirio.

                  Frente a tan formidable adversario, al principio Shabako se conformó con una

               política de diplomacia cautelosa. La primera prueba para él llegó cuando uno de
               los  vasallos  más  rebeldes  de  los  asirios,  el  rey  de  Ashdod,  huyó  a  Egipto  en

               busca  de  asilo  político;  Shabako  le  envió  enseguida  de  vuelta  para  que  se

               enfrentara  a  sus  perseguidores.  Pero  aquella  entente  con  los  asirios  no  duró

               mucho tiempo. Cuando el gobernante asirio Senaquerib inició una consolidación
               sistemática de sus territorios occidentales, Egipto decidió que la incentivación

               encubierta de sublevaciones en la zona serviría mejor a sus intereses, y empezó a

               avivar el descontento entre los gobernantes más díscolos de las ciudades-Estado
               de  Oriente  Próximo.  Pero  el  tiro  le  salió  por  la  culata,  con  consecuencias

               desastrosas. Senaquerib invadió Palestina para sofocar una rebelión, tras lo cual

               uno de los cabecillas, Ezequías de Judá, solicitó apoyo militar a Egipto. Era una
               petición  que  Shabako  difícilmente  podía  rechazar,  de  modo  que  le  pidió  a  su

               sobrino Taharqo (que por entonces era solo un príncipe de veinte años) que se

               encaminara  al  norte  desde  Nubia  para  dirigir  la  campaña;  los  dos  ejércitos  se
               encontraron  en  Eltekeh,  a  unos  quince  kilómetros  de  Ashdod,  en  el  701.  Las

               fuerzas  de  Taharqo  fueron  sitiadas  y  luego  sufrieron  una  dura  derrota.  Tras

               retirarse a una distancia prudencial, planeó atacar a los asirios por la retaguardia

               una vez que prosiguieran su avance hacia Jerusalén para exigir la rendición de
               Ezequías.  Pero  Senaquerib  era  un  comandante  demasiado  veterano  para  caer

               víctima de tal estratagema, así que se apresuró a hacer regresar a sus tropas de
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