Page 502 - Auge y caída del antiguo Egipto
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Antiguo influyó fuertemente en su trabajo, y esa era sin duda la intención del
rey. Así, por ejemplo, una escena de Taharqo representado como una esfinge que
pisoteaba a sus enemigos libios, se basada claramente en una escena similar del
templo de la pirámide de Pepy II, que por entonces tenía ya mil seiscientos años
de antigüedad. Esta, a su vez, había sido copiada del templo de la pirámide de
Sahura, trescientos años más antiguo aún. El reciclamiento del pasado era una
vieja tradición.
Si la intención de Taharqo era honrar a los antiguos dioses de Egipto y ganarse
así el favor divino para su reino y su dinastía, parece que sus súplicas fueron
escuchadas muy pronto. En el sexto año de su reinado, cuando el rey rezaba por
una buena crecida, «el cielo incluso llovió en Nubia de modo que todas las
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colinas resplandecían», y las aguas «crecieron deprisa, día a día». En Ipetsut,
el Nilo alcanzó una altura extraordinaria de veintiún codos (once metros). Más
milagrosos todavía fueron los efectos secundarios de tan gran inundación:
«Mejoró todos los campos; mató a las alimañas y serpientes; detuvo los estragos
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de las langostas, e impidió que los vientos del sur robaran [la cosecha]». Tan
impresionado quedó Taharqo con aquellas «cuatro perfectas maravillas» que
encargó una inscripción conmemorativa a fin de dejar constancia de ellas para la
posteridad, con copias erigidas en Gempaatón y Dyanet. Para rematar las
celebraciones de este milagro natural, la madre de Taharqo hizo el largo viaje
desde Napata para ir a verle a Egipto por primera vez desde su ascenso al trono.
Para el rey fue un momento de gran emoción: «Yo la había dejado como una
joven de veinte años cuando me vine con Su Majestad [el rey Shabako] al Bajo
Egipto. ¡Y ahora ha venido a verme, navegando río abajo, después de tantos
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años!». El profundo vínculo existente entre madre y hijo eclipsó
momentáneamente la habitual reserva real.
Habiendo heredado los instintos marciales de sus ancestros kushitas, Taharqo
lamentaba la mengua del estatus de Egipto en la escena mundial, en particular el
hecho de que Siria-Palestina hubiera dejado de enviar su tributo al templo de
Amón-Ra en Ipetsut. Para enmendar semejante situación, lo que necesitaba sobre