Page 507 - Auge y caída del antiguo Egipto
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las colinas de Judá, se enfrentó al ataque egipcio y obligó a Taharqo a retirarse
               de nuevo a Egipto con lo que quedaba de su derrotado y desmoralizado ejército.

               La destreza militar kushita había encontrado finalmente un digno rival. Egipto

               estaba avisado.
                  La  entronización  de  Asarhaddón  como  rey  de  Asiria  en  el  680  anunció  el

               principio  del  fin  del  dominio  kushita.  Asarhaddón  era  tan  ambicioso  y

               despiadado como su predecesor, y estaba decidido a incorporar el valle del Nilo

               a su creciente imperio. Lanzó un primer ataque en el 674. Taharqo, recuperado
               de  sus  fatigas  militares,  rechazó  a  los  invasores  y  se  alzó  con  la  victoria.  No

               obstante, sabía que los asirios no se rendirían tan fácilmente, y dio rienda suelta

               a su inquietud quejándose públicamente a los dioses por haberle abandonado en
               aquel momento de necesidad. Tenía razones para preocuparse: tres años después,

               una  segunda  fuerza  invasora,  esta  vez  conducida  por  el  propio  Asarhaddón,

               avanzó rápidamente por Oriente Próximo rumbo al delta. Tras arrasar la ciudad

               de Tiro, el aliado más fuerte de Egipto en la región, supo aprovechar su ventaja y
               no tardó en hallarse ante las puertas de Menfis. La única opción de Taharqo era

               escapar ante el avance del ejército enemigo, dejando a su esposa y su familia a

               merced de los asirios. Después de solo medio día de combate, la ciudadela real
               fue asaltada y despojada de sus tesoros, entre los que había cientos de coronas de

               oro  «en  las  que  se  habían  encastrado  víboras  y  serpientes  de  oro»,  ocho  mil

               talentos  de  plata  y  cincuenta  mil  caballos.  El  rey  asirio  no  pudo  resistir  la
               tentación de recrearse en la total y absoluta humillación de Taharqo: «Su reina,

               las mujeres de su palacio, su heredero Ushanahuru [Nesuanhur], sus otros hijos,

               sus posesiones, sus caballos, innumerables cabezas de ganado vacuno y ovino,
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               todo ello me lo llevé como botín a Asiria».  Para hurgar aún más en la herida,
               Asarhaddón  hizo  grabar  una  inscripción  para  celebrar  su  victoria;  en  ella  se

               representaba al príncipe heredero kushita con una cuerda alrededor del cuello,

               arrodillado patéticamente a los pies de su nuevo amo. Otras dos inscripciones de
               roca fueron talladas en sendos puntos clave del viaje de regreso a Asiria; una de

               ellas,  la  de  Nahr  el-Kelb,  en  el  Líbano,  justo  al  lado  de  una  inscripción  que
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