Page 511 - Auge y caída del antiguo Egipto
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Pianjy y que Bakenrenef lo había sido de Shabako, en lo sucesivo una tercera y
               una cuarta generaciones de saítas se enfrentarían a sus oponentes kushitas por el

               dominio de Egipto.

                  Taharqo  murió  en  el  664,  derrotado  y  abatido.  Contra  todo  pronóstico,  su
               sucesor, Tanutamani (664-657), hizo un último intento de recuperar el valle del

               Nilo  de  manos  de  sus  opresores  asirios.  Invocando  la  protección  de  Amón,

               Tanutamani  convirtió  su  avance  militar  en  una  exhibición  pública  de  piedad,

               ordenando  la  restauración  de  templos  en  ruinas,  haciendo  ofrendas  divinas  y
               restituyendo a los sacerdotes expulsados por los asirios. El mensaje estaba claro:

               una vez más, como en una especie de «cruzada», el celo religioso liberaría al

               país de los infieles. Sin embargo, esta vez el adversario no era una variopinta
               colección de gobernantes menores, sino una fuerza de ocupación bien dotada de

               recursos, bien equipada y bien entrenada.

                  Tras  marchar  sobre  Menfis,  Tanutamani  llevó  a  cabo  su  primer  acto

               propagandístico. «Se descubrió a los hijos de la rebelión. Su Majestad hizo una
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               gran matanza entre ellos, cuyo número se ignora.»  El colaboracionista Necao
               fue  capturado  y  ejecutado;  los  demás  gobernantes  del  delta  simplemente  se

               negaron a luchar y se replegaron a sus ciudades amuralladas «como ratas en sus
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               madrigueras».   Así  pues,  Tanutamani  volvió  a  Menfis  para  esperar  allí  la
               rendición  de  sus  oponentes.  Al  cabo  de  unos  días,  el  alcalde  de  Per-Sopdu,

               recién designado portavoz de los rebeldes, se presentó ante el rey para suplicar
               por su vida. Cuando esto ocurrió, Tanutamani no tuvo ganas de represalias, y en

               un arrebato de pragmatismo prefirió liberar a todos sus rivales para que siguieran

               gobernando sus respectivas ciudades. De ahí que, a su regreso a Napata, pudiera
               afirmar que había restablecido la fortuna de Egipto:



                    Ahora los del sur viajan río abajo y los del norte, río arriba hasta el lugar donde está Su Majestad,
                  llevando todas las cosas buenas del Alto Egipto y todas las provisiones del Bajo Egipto para agradar a Su
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                  Majestad.
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