Page 513 - Auge y caída del antiguo Egipto
P. 513
poder para ambiciones de cierta envergadura. Una cuarta generación saíta, la del
hijo de Necao, Psamético, vio la posibilidad de cumplir el destino de la familia y
unificar bajo su dominio, no solo el delta, sino todo Egipto. Psamético, a quien
los asirios habían puesto al mando de Hutheryib y de Iunu en el 671, había
heredado también el control de Menfis y de Sais de su padre siete años más
tarde. Estos cuatro dominios clave le daban jurisdicción sobre una vasta franja
de territorio contigua, y hacían de él el líder incuestionable entre los vasallos de
Asiria en el delta. Además, durante su breve estancia en Nínive como prisionero
de Asurbanipal, Psamético había aprendido las artes de la diplomacia y la
despiadada ambición propias de todo amo y señor que se preciara de serlo.
Después supo aprovechar muy bien la lección.
La amarga experiencia —sobre todo la terrible ejecución de su padre— había
enseñado a Psamético que la determinación política no era nada sin la
supremacía militar. Aunque teóricamente seguía siendo vasallo de Asiria,
decidió reunir sus propias fuerzas. Formar un ejército en Egipto, ante las mismas
narices de los asirios, no era una opción viable, y, por otra parte, las recientes
derrotas de los egipcios habían demostrado lo atrasados que estaban en cuanto a
tácticas y equipamiento militares. Psamético necesitaba lo mejor, y sabía dónde
encontrarlo. Utilizando sus contactos con el mundo mediterráneo, reclutó en su
ejército a mercenarios jónicos y carios procedentes de las comunidades de la
costa egea de Asia Menor, poniéndolos al mando de diversas guarniciones
situadas en puntos clave a lo largo de la frontera del delta. Asimismo, las
alianzas con el rey de Lidia y con el gobernante autócrata de la isla griega de
Samos permitieron a Psamético aumentar el tamaño y la fuerza de la armada
egipcia. La presencia de griegos en los rangos superiores de las fuerzas armadas
no fue bien recibida entre la clase guerrera tradicional egipcia (de ascendencia
libia), pero de momento no había nada que esta pudiera hacer al respecto;
Psamético tenía una misión que cumplir.
Los resultados hablaron por sí mismos. En el plazo de unos meses, dos de los
cuatro cacicazgos que lindaban con el Reino del Oeste se habían rendido a