Page 516 - Auge y caída del antiguo Egipto
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Amenirdis II. ¡Qué extrañas debieron de parecerle aquellas dos mujeres
africanas de piel oscura a la princesa del delta!; y, sin embargo, estaban a punto
de convertirse en sus tutoras. Psamético había adoptado una perspectiva a largo
plazo. En lugar de destituir por la fuerza a la vigente esposa del dios y a la
posible heredera por ella designada, a riesgo de ofender a Tebas, había
negociado la adopción de su propia hija como su futura sucesora. Ello venía a
sellar su reunificación de Egipto y a garantizar que un saíta accediera a la larga
al puesto religioso más importante del sur. Era un golpe maestro desde el punto
de vista diplomático.
Y también un triunfo económico. En el núcleo del acuerdo legal, preparado
por escrito, para asegurar que las autoridades tebanas no pudieran volverse atrás,
era evidente la influencia de los intereses financieros. El contrato asignaba a
Nitiqret (es decir, a su padre) todas las propiedades de la esposa del dios «en el
campo y la ciudad». Ella recibiría diaria y mensualmente suministros de los más
poderosos funcionarios tebanos, una obligación que estos no podrían eludir.
Encabezando la lista de donantes estaba Montuemhat, que prometió
proporcionar pan, leche, tortas y plantas medicinales todos los días, junto con
tres bueyes y cinco gansos al mes; en conjunto, un compromiso considerable. Le
acompañaban como donantes su esposa (kushita) y su hijo mayor, con lo que se
afirmaba su lealtad a la nueva dinastía. El histórico encuentro del año 656 en
Ipetsut congregó a representantes de todas las principales potencias del pasado
reciente de Egipto: Montuemhat era la última gran figura de la vieja jerarquía
tebana; Shepenupet y Amenirdis, junto con el sumo sacerdote de Amón Harjebi
(nieto de Shabako), representaban a la antigua dinastía kushita; Sematauytefnajt,
por su parte, encarnaba la renovada administración del norte, y la joven situada
en el centro de todo esto, la princesa Nitiqret, representaba a los nuevos amos
saítas de Egipto. La ceremonia era nada más y nada menos que un cambio de
guardia.
Para reforzar su reciente autoridad en el Alto Egipto, Psamético envió uno de
sus mejores generales a Tebas. Su misión era mantener bajo control cualquier