Page 514 - Auge y caída del antiguo Egipto
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Psamético, y los otros dos cayeron al poco tiempo, poniendo así en sus manos la
               mayor parte de la zona central y meridional del delta. Los siguientes en ceder

               fueron  Dyedet  y  Per-Sopdu.  Solo  el  rey  de  Dyanet,  el  sucesor  directo  de

               Sheshonq  I,  opuso  resistencia  a  la  hegemonía  saíta,  sin  duda  considerándose
               absolutamente  igual  de  legítimo  que  su  presuntuoso  rival  de  las  atrasadas

               provincias  occidentales.  Aun  así,  en  el  656  hasta  él  tuvo  que  reconocer  lo

               inevitable.  Tras  ocho  años  de  constante  presión  diplomática  y  coactiva,

               Psamético se había alzado como soberano indiscutible del Bajo Egipto.
                  Pero todavía faltaba meter en cintura el Alto Egipto.

                  Al marcharse de Tebas después del saqueo de la ciudad, el ejército asirio había

               dejado  el  control  del  sur  en  manos  del  alcalde,  Montuemhat.  Este,  que  era
               pariente  cercano  de  Harua  y  tenía  una  presencia  igualmente  dominante,  había

               sido  un  leal  servidor  de  la  dinastía  kushita  y  hasta  se  había  casado  con  una

               princesa  kushita.  En  el  apogeo  del  reinado  de  Taharqo,  nada  de  esto  había

               supuesto  el  menor  perjuicio  para  su  carrera  profesional,  pero  luego  se  había
               convertido  en  algo  más  bien  embarazoso.  Sin  embargo,  Montuemhat  era  un

               maestro  en  el  arte  de  cambiar  de  dirección  según  dónde  soplaran  los  vientos

               políticos. Para reforzar su ya considerable apoyo local, se dedicó a reparar los
               estragos  del  ejército  asirio,  restaurando  templos  y  realizando  importantes

               trabajos de construcción para devolver su antiguo esplendor a los monumentos

               de la ciudad. Uno de los principales fue su propia tumba, que tenía el tamaño de
               un  templo  medio.  Cuando  llegó  a  las  últimas  fases  de  su  decoración,

               Montuemhat  decidió,  diplomáticamente,  representar  a  su  esposa  kushita,  no

               como  una  princesa  nubia,  sino  como  el  paradigma  de  la  feminidad  autóctona
               egipcia, por si a sus nuevos amos políticos les daba por recelar de su lealtad.

               Gracias a tales maniobras, siguió siendo el gobernante efectivo del Alto Egipto,

               desde Jmun hasta Abu, bajo tres regímenes distintos, el kushita, el asirio y, por

               último, el saíta.
                  En  sintonía  con  tan  magistral  habilidad  política,  los  documentos  oficiales

               tebanos siguieron reconociendo a la moribunda dinastía kushita durante los ocho
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