Page 519 - Auge y caída del antiguo Egipto
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II). Parecía que a Babilonia le habían parado los pies. Pero esta vez los vientos
               de la historia eran contrarios a un imperio asirio que ya no daba más de sí. Pese a

               la ayuda egipcia, este sufrió una derrota aplastante a manos de los babilonios en

               el 609, y un año después fue absorbido a la fuerza por la Gran Babilonia. El
               ejército egipcio, que ahora luchaba para defenderse, volvió a Karkemish en el

               605  e  inició  un  enérgico  ataque  contra  las  fuerzas  babilonias,  pero  de  nuevo

               sufrió  una  derrota  sin  paliativos.  Egipto  perdió  las  posiciones  que  todavía  le

               quedaban  en  Oriente  Próximo  y  vio  caer  a  sus  aliados  ante  la  espada  de
               Babilonia.  Primero  Tiro,  y  luego  Jerusalén,  uno  a  uno  los  amigos  del  faraón

               fueron barridos por la fuerza de la maquinaria militar babilonia. En el 586, y a

               pesar de una serie de valientes rebeliones, los estados independientes de Siria,
               Líbano y Palestina habían sido borrados del mapa. Judá fue esclavizada y los

               judíos, deportados a Babilonia, donde habrían de llorar su exilio.

                  Egipto  estaba  ahora  en  primera  línea.  El  hijo  y  sucesor  de  Psamético  II,

               Uahibra (589-570), logró rechazar una tentativa de invasión babilonia en el 582,
               pero sabía muy bien que necesitaría aliados para salvaguardar la independencia

               egipcia. Siguiendo el ejemplo de su padre, recurrió al mundo griego y situó a

               mercenarios jonios y carios en puestos prominentes del ejército egipcio. Estos se
               habían distinguido en el servicio bajo Psamético I y II, y podían volver a hacerlo

               en la causa de la libertad. Era una estrategia necesaria dadas las circunstancias,

               pero  resultó  ser  profundamente  impopular  entre  los  militares  autóctonos
               egipcios,  que  se  sentían  cada  vez  más  marginados  por  los  extranjeros  de  alto

               rango que había entre sus filas. Para los generales, la gota que colmó el vaso

               tuvo lugar en enero del 570, cuando una desastrosa campaña realizada en Libia
               desencadenó un motín a gran escala entre los egipcios supervivientes. Uahibra

               envió  a  uno  de  sus  comandantes  más  experimentados,  Ahmose,  para  que

               sofocara la revuelta. Pero, lejos de restablecer el orden, Ahmose se apresuró a

               tomar  el  poder  y  fue  proclamado  rey  por  los  rebeldes.  Volviendo  entonces  a
               Egipto, él y el ejército renegado marcharon sobre la sede dinástica de Sais, la

               tomaron y obligaron a Uahibra a retirarse a su palacio fortificado en Menfis. En
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