Page 517 - Auge y caída del antiguo Egipto
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posible disensión, establecer una nueva guarnición en Abu y vigilar
estrechamente los acontecimientos de Nubia. La diplomacia respaldada por la
fuerza era un rasgo peculiar del estilo saíta, y la nueva dinastía no tenía intención
alguna de permitir que Tanutamani, sus herederos o sus partidarios provocaran
nuevos problemas en el sur.
Pero no era tan fácil amansar a los orgullosos kushitas. Tras la muerte de
Tanutamani en el 657, las nuevas generaciones de gobernantes nubios volvieron
a mirar al norte con ojos codiciosos. Tras reconstruir sus fuerzas y perfeccionar
su estrategia, aguardaron el momento de recuperar su perdido reino
septentrional. Tras un largo y paciente intervalo, finalmente se presentó la
oportunidad en el 593. El nieto y homónimo de Psamético, Psamético II (595-
589), acababa de subir al trono egipcio y parecía preocupado por los
acontecimientos políticos de Oriente Próximo. Los kushitas reunieron a todo su
ejército en la Baja Nubia y se dispusieron a atacar. Fue un grave error de cálculo.
Psamético II se diferenciaba de su abuelo en un aspecto crucial: él no tenía la
necesidad ni el deseo de consentir las pretensiones kushitas. El Alto Egipto
llevaba medio siglo firmemente situado dentro de la esfera saíta. Nitiqret había
accedido por fin al cargo de esposa del dios, y en todos los demás puestos
importantes de la administración tebana se había situado a personas leales del
Bajo Egipto. El valle del Nilo estaba sólidamente unificado bajo un control
central por primera vez en casi quinientos años. Ningún ejército kushita iba a
cambiar eso.
Advertido de la inminente invasión, Psamético II no vaciló; envió a sus
propias fuerzas expedicionarias hacia el sur rumbo a Nubia y las acompañó él
mismo hasta Abu. Los mercenarios jonios, carios y judeos encabezaban la
marcha, haciendo un alto únicamente en el templo de Abu Simbel para grabar
sus nombres en las piernas de los colosos de Ramsés II. Luego siguieron su
avance, arrasando la ciudad de Pnubs (fundada en el emplazamiento de la
antigua capital kushita, Kerma) en una orgía de salvajismo digna de la XVIII
Dinastía. Caminando entre los muertos nubios, se dice que las tropas de