Page 12 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
P. 12
En efecto, el nuevo rito de la incineración de los cadáveres, ya practicado esporá
dicamente en época eneolítica en Italia, ahora tomaría carta de naturaleza. Numero
sas necrópolis, con abundantes vasos de cerámica de formas bicónicas, que contení
an la ceniza de los difuntos, depositados en fosas, aparecieron en las cercanías de los
asentamientos humanos. De hecho, desde el norte de la península ibérica (Cataluña
interior) hasta los Balcanes, los llamados «campos de umas» (tirnenfelder) testimonia
ron nuevas mentalidades, nuevos tiempos, que han sido asociados por los historia
dores a la presencia de los primeros pueblos indoeuropeos, que bien pronto iban a
definir el mapa étnico y cultural de Italia.
Entre los asentamientos más significativos de aquellos momentos de finales del
Bronce e inicios del Hierro se hallan los de Frattesina, en el Véneto; los de Monte
Rovello, en el macizo de la Tolfa; en Crostoletto di Lamone, al noroeste de Vulci; y
en el poblado de Luni sul Mignone, enclave éste típicamente protovillanoviano.
Por supuesto, la agricultura había progresado, la ganadería se había mantenido en
cuanto a su número y especies y los grupos humanos pasaron a quedar controlados
por una especie de «jefe», propietario cada uno de ellos, en sus enclaves, de una gran
mansión y de una tumba verdaderamente principesca.
C u l tu r a s itálicas d e l a E d a d d e l H ier r o
Una serie de culturas locales se fueron estableciendo en Italia a finales del siglo x
y principios del ix a C., que dieron lugar a un incipiente proceso de diferenciación
cultural —si se quiere, de «regionalismos»— , rompiendo así la relativa uniformidad
y homogeneización de las anteriores culturas subapenínica y protovillanoviana.
En tales culturas locales hubo de reflejarse la crítica situación sobrevenida en el
Mediterráneo oriental, motivada por la decadencia micénica y por las últimas conse
cuencias de los movimientos centrífugos de los llamados «Pueblos del Map> que tan
tos interrogantes presentan.
En todas aquellas culturas, determinadas circunstancias económicas, sociales, cul
turales, étnicas y lingüísticas, que no siguieron el mismo ritmo de desarrollo, modifi
caron la evolución histórica de Italia, preparando así, aunque muy lentamente, el na
cimiento del ethnos etrusco o, si se quiere, de la «nación etrusca», posibilitada —jun
to a otros factores externos— por la serie de novedades que aportó la civilización
villanoviana, sin duda, la más importante de cuantas se originaron durante la prime
ra Edad del Hierro, y que constituyó un fenómeno unitario, pero manifestado en
ámbitos geográficos diferenciados, en opinión de M. ZufFa.
Característica de todas ellas fue el empleo del hierro con el que primeramente hi
cieron pequeñas fíbulas y objetos de lujo y luego ya herramientas y armas, así como
la especial manera de practicar los ritos funerarios que, aunque no de forma unifor
me ni generalizada, se centraron en la incineración de los cadáveres (áreas del norte)
y en la inhumación (centro y sur).
Entre estas culturas, en las que no nos podemos detener, deben citarse por el nor
te y en su parte más occidental, extendida a lo largo del golfo de Génova, la cultura
ligur, conectada con la cultura de Golasecca, propagada ésta en el sector ponentino del
valle del Po y cuyos grupos culturales se desarrollaron en tres fases cronológicas. En
este mismo valle también tuvo su asiento la cultura atestina (actual provincia de Vene
cia), que estuvo emparentada con las de las zonas alpinas e incluso danubianas.
18