Page 34 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
P. 34
cineración de los villanovianos; y por determinadas formas de vida cotidiana y reli
giosas muy comunes en el Antiguo Oriente (vestidos, tipo de calzado, revelación sa
grada, prácticas advinatorias, aruspicina, demonología).
Asimismo, las concordancias lingüísticas entre el etrusco y la lengua de una este
la funeraria localizada en 1885 en Kaminia, una localidad de la isla de Lemnos, sería
una prueba irrefutable del origen oriental de los etruscos, al igual que las relaciones
onomásticas entre el etrusco y algunas lenguas egeo-anatólicas; finalmente, la posible
equivalencia entre los tirrenos y los tursha (trs.w) de las fuentes egipcias, uno de los
«Pueblos del Mar» que intentaron penetrar en Egipto en el siglo xm a.C. en tiempos
de los faraones Merneptah y Ramsés III, era otro dato concluyente por coincidir cro
nología y movimientos migratorios.
Como contrapartida, los que no aceptan tal teoría (M. B. Sakellariou, G. M. ITanf
mann) señalan que la historiografía y los autores clásicos no siempre utilizaron datos
contrastados y que la «cultura orientalizante» no fue exclusiva de Italia, sino de todo
el Mediterráneo. Además, la identificación de los tyrsenoi con los trs.w de las fuentes
egipcias —anotados también con otras variantes jeroglíficas— es altamente dudosa
por propias razones filológicas. Quizá el único argumento de peso sea la inscripción
de Lemnos, pero la misma todavía presenta muchos problemas de interpretación;
tampoco es descartable la posibilidad de que tal texto fuese resultado de contactos
prehistóricos, de los que quedarían vestigios lingüísticos en la citada inscripción. Para
R. Bloch, la misma demostraría «las huellas de una escala, de un paso de los tirrenos
procedentes de Anatolia, poco más o menos en el momento de su partida para las
costas occidentales de Italia».
Por su parte, H. Müller-Karpe, aunque en 1959 no afrontó la cuestión de los orí
genes etruscos en su monografía sobre la cronología de los campos de urnas, confir
mó de manera explícita que si no hubiese existido la narración de Heródoto ni las
demás tradiciones sobre la proveniencia oriental de los etruscos, absolutamente nin
gún indicio de cambio étnico se podría sospechar en la secuencia cultural de la ne
crópolis de Tarquinia.
Teoría del origen nórdico
A partir de la crítica que en el siglo xviii se levantó contra Heródoto, considera
do entonces como un historiador no verídico ni fiable, y sobre todo de la aceptación
de un pasaje de Tito Livio en su Ab Urbe condita (V, 33) sobre el supuesto parentesco
étnico entre los rasenna —nombre que los etruscos se daban a sí mismos, según Dio
nisio de Halicarnaso— y los raeti alpinos, se aceptó por parte de un reducido número
de estudiosos, siguiendo la teoría del francés Nicolas Fréret (Recherches surl’origine etl’an-
cienne histoire des differentspeuples de l’Itdie, 1753), el origen nórdico de los etruscos.
Fréret, fiándose en el parecido fonético de los vocablos rasenna y raeti, no dudó en
pensar que este último, que designaba a un pueblo de raza céltica, identificaba a los
etruscos. Según su hipótesis, los raeti, un conjunto humano de feroces alpinos, habrían
atravesado los Alpes para descender sobre los valles del Mincio y del Adigio en la llanu
ra padana y luego, a través de los Apeninos, habrían adquirido gloria y poder después
de haberse asentado entre el Amo y el Tiber, bajo el nombre ya de etruscos (rasenna).
A dicho autor francés le siguieron diferentes sabios, entre ellos, el italiano L. Lan-
zi (1789), y los alemanes Ch. Heyne (1792-1812), B. G. Niebhur (1811), Th. Momm-
40