Page 35 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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sen. (1856) y W. Helbig (1884), Asimismo, a esta teoría se adhirieron G. De Sanctis y
        L. Pareti.
           El pasaje de Tito Livio, muy célebre desde entonces, dice lo siguiente: «Sin duda
        alguna, todas las poblaciones alpinas han tenido el mismo origen [que los etruscos],
        principalmente los retes, a quienes la aspereza de aquellos parajes los hizo rudos, has­
        ta el punto de que no han conservado de su antigua patria más que el acento de su
        lengua y éste muy corrompido.»
           Esta teoría del origen nórdico,  además  de la artificiosa relación filológica entre los
        dos vocablos antes citados, se vio reforzada por la hipótesis del célebre paletnólogo
        L. Pigorini (1842-1925) —llamada por los expertos «reconstrucción prehistórica pigo-
        riniana»— , la cual descansaba en el supuesto carácter septentrional de los incinera­
        dores de la cultura de las terramare,  de la cual derivó sin solución de continuidad la
        cultura viUanoviana, y a su vez la etrusca.
           Tal reconstrucción aceptaba que en el segundo milenio precristiano habrían lle­
        gado a Italia a través de los Alpes los ítalos y los raeti (rasenna), conjuntos de pueblos
        que habrían dado la especial configuración a la Italia prerromana.
           De hecho, sí que existió algún parentesco entre los raeti y los etruscos, pero tal pa­
        rentesco no se detecta de ningún modo en la época de los orígenes, sino que se ha­
        bía debido,  como ya apuntaron Tito Livio y Plinio el Viejo,  a que los primeros
        habían sido colonizados por los etruscos, cuando algunos de éstos, habitantes en el
        valle del Po, hubieron de refugiarse en los Alpes, huyendo del ataque de los celtas
        a finales del siglo v a.C.
           También en el terreno lingüístico se argumentó que los etruscos habían perte­
        necido al grupo denominado reto-tirrénico (P. Kretschmer) o reto-pelásgico, exten­
        dido desde la zona de los Balcanes-Danubio hasta Grecia e Italia. A pesar de que­
        rer  demostrar  el  parecido  de  algunas  inscripciones,  localizadas  en  Trentino  y  el
        Alto Adigio,  con el etrusco, inscripciones casi todas ellas  que han de fecharse en
        el siglo II a.C., a lo más que se ha podido llegar ha sido a establecer un parecido
        etruscoide en cuanto a lexicología, pero no en la onomástica, claramente celta en
        estas inscripciones.
           En contra de la teoría del origen nórdico se ha argumentado que hechos arqueológi­
        cos —la incineración— no  deben traducirse  en  términos  de pueblo  o de lengua,
        pues la difusión de tal tipo de exequias funerarias y de los consiguientes campos de
        urnas pudo haberse adoptado por grupos tanto indoeuropeos como no indoeuro­
        peos. De hecho, diferentes culturas, ya itálicas, ya mediterráneas, tuvieron estrechas
        relaciones  con la Europa central. También extraña que ítalos y etruscos penetrasen
        juntos en Italia y que los primeros introdujeran lenguas indoeuropeas, y los segundos
        hablasen una lengua distinta.



        Teoría de la autoctonía

           A pesar de la práctica unanimidad de los autores clásicos en hacer a los etruscos ori­
        ginarios del Egeo, Dionisio de Halicarnaso (1,28-30), como excepción, tras argumentar
        contra la tesis tradicional, sostuvo la autoctonía de los etruscos —los rasenna—-, basán­
        dose en las diferencias de costumbres y de lengua existentes entre aquéllos y los pelas­
        gos y lidios y en que un determinado historiador, de gran competencia, llamado Janto
        de Lidia, que había vivido a finales del siglo v a.C., no había recogido en su obra nin­

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