Page 32 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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planteada por el eminente sabio italiano Massimo Pallottino, director del Instituto
de Etruscología de Roma, cuya muerte, no hace muchos años, ha significado una
gran pérdida para la Etruscología y las Antigüedades itálicas.
E l o r ig e n d e lo s e t r u sc o s
Uno de los enigmas del pueblo etrusco, suscitado ya en la historiografía de la An
tigüedad, lo constituye el de su origen y procedencia geográfica. Aunque esta cuestión
ha intentado resolverse partiendo de nuevos planteamientos e incluso estudios antro
pológicos (G. De Beer, A. E. Mourant, G. Morganti), así como de paleobiología, ge
nética y biología molecular, aplicados a restos humanos etruscos (estudios de J. Moggi-
Cecchi, A. Coppa y C. Vernesi, entre otros, aparecidos en 1996), lo cierto es que no
se ha hallado todavía una solución adecuada.
Tres han sido las teorías que se han emitido sobre dicho asunto, las cuales encie
rran parte de verdad y también puntos discutibles. Dado que los argumentos esgri
midos en pro y en contra son de alta erudición y por lo general farragosos, más pro
pios de expertos arqueólogos y filólogos que de lectores o amantes de la Historia en
general, aquí vamos a limitarnos simplemente a enumerar las teorías existentes y a
consignar algunos de los argumentos que las respaldan.
En cualquier caso, diferentes obras de P. Ducati, L. Pareti, F. Schachermeyer,
F. Altheim y M. Pallottino se centran en la historia de esta cuestión etrusca.
Teoría oriental
Prescindiendo de la primera cita de los etruscos en la literatura griega, que los
consideraba de origen extraitálico (Hesíodo, Teogonia, 1010), la teoría que propugna
la procedencia oriental de los etruscos ha sido la más divulgada y la que ha contado
con mayor aceptación entre los estudiosos. Planteada científicamente por E. Brizio
en 1885, a ella se han adherido importantes estudiosos, entre ellos, P. Ducati, G. Pa
troni, R. Bloch, A. Grenier, P. L. Zambotti, A. Dussaud, L. R. Palmer, A. Piganiol,
J. Bérard, H. Hencken y J. B. Ward-Perkins.
El dato más preciso para aceptarla lo transmitió Heródoto, historiador griego del
siglo v a.C., al narrarnos la emigración de los lidios (Hist., I, 94). Según tal autor, los
lidios, a causa de una gran carestía, hubieron de partir por vía marítima, en el si
glo xiil a.C., hacia las costas occidentales de Italia, buscando una nueva patria, al
mando de Tirreno (de quien tomarían su nombre), hijo del rey Atys de Lidia.
He aquí las propias palabras del citado historiador:
En el reinado de Atys, hijo de Manes, se experimentó en toda Lidia una gran ca
restía, que soportaron durante algún tiempo con mucho esfuerzo; pero, viendo que
no cesaba la calamidad, buscaron remedios y descubrieron varios entretenimientos:
entonces se inventaron los dados, las tabas, la pelota y todos los otros juegos menos
el ajedrez, pues la invención de este último no se la apropian los lidios. Como estos
juegos los inventaron para entretener el hambre, pasaban un día entero jugando, a
fin de no pensar en comer, y al día siguiente se alimentaban, viviendo de esta mane
ra hasta dieciocho años. Pero, como el mal no cedía, sino que se agravaba más y
más, el rey determinó dividir en dos partes a todo el pueblo y echar suertes para sa
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