Page 27 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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En  1540 se fundó la Accademia degli Umidi, que muy pronto se llamaría Acca-
         demia Florentina. Su máximo exponente fue Pierfranceso Giambullari, cultivador y
         defensor del habla toscana, el cual la conectaba en parte con la etrusca, a la que se­
         guía considerando de origen arameo, siguiendo las teorías de Annio de Viterbo.
            Hacia 1550, un español, llamado P. Ximenes, tuvo ocasión de relacionar en un
         manuscrito, hoy en Londres (Sloane M.S. 3524), una serie de descubrimientos rela­
         tivos a antigüedades etruscas, entre las que destacaban la copia de 54 textos. Según
         una antigua obra de O. A. Danielsson (Etruskische Inschriften, Upsala,  1928), el cita­
         do manuscrito portaba el título, en el francés de la época, de Les lettres hétrusques que
         don Diego de Mendoza, ambassiadeur de Lempreur a Rome ma envoyé P. Ximenes hispa­
         nas.  1552.
            Tras los trabajos de Guillaume Postel (1510-1581), autor de la primera obra que
         trató exclusivamente de Etruria y que dedicó a Cosimo I, duque de Toscana, siguie­
         ron los del veronés Leonida Pindemonte (Geografía della Toscana e buon compendio delle sue
         Historie,  1596), y del barón escocés y docente de Jurisprudencia en la Universidad de
         Pisa Thomas Dempster (1579-1625), catalogado éste en vida como «una gran biblio­
         teca parlante». Escribió sus De Etruria regali libri septem, que, sin embargo —y a pesar
         de haber sido dedicados al Granduca Cosimo II, de los Médicis—, no serían publi­
         cados hasta un siglo después, en Florencia,  entre  1723 y 1736, por parte de Filippo
         Buonarroti, quien añadiría un apéndice y un aparato gráfico de 98 tablas fuera de tex­
         to. Tal obra, aunque plagada de fantasía, suscitaría de inmediato, durante todo el si­
         glo xviil, un gran interés por todo lo etrusco.


         La etruscomanía dieciochesca

            Dicho interés  desembocó en Italia en una verdadera etruscomanía, con cultiva­
         dores como el abate Onofrio Ballelli, quien, a iniciativa de los hermanos R. y M. Ve-
         nuti,  fundaría  en  1726  la Academia Etrusca de  Cortona; Anton F.  Gori,  autor del
        Museum Etruscum (1737-1743) y promotor de la edición en diez tomos del Museum
         Fbrentinum (1731-1752); Giambattista Passeri, autor de las Picturae Etruscorum in vasculis
         en tres tomos (1767); y el también abate Mario  Guarnacci (1701-1785), éste natural
         de Volterra y fundador en el año 1750 del que hoy es Museo Cívico de tal localidad.
         Guarnacci, de vasta erudición, publicó en tres volúmenes, en la localidad de Lucques
         (1767-1772), una obra titulada Memorie istorico-etrusche sopra l’antichissimo regno d’Italia.
            Después de otras manifestaciones  de la etruscomanía —incluso  aceptada por
        J. J. Winckelmann, el fundador de la Historia del Arte antiguo—, un sabio francés,
         Nicolas Fréret (1688-1749),  en sus Recherches sur Vorigine et Vancienne histoire des dif-
        férents peuples de Vltalie (París, 1753), lanzó la teoría del origen continental nórdico de
         los  etruscos,  que sería aceptada por el abate Luigi Lanzi (1732-1810),  autor de  una
         obra que puede considerarse ya científica, titulada Saggio di lingua etrusca e di altre an­
         tiche d’Italia.  En tal obra, publicada en dos volúmenes en Roma, en  1789, y republi-
         cada en Florencia en 1824, se recogía cuanto en su época se sabía acerca de los etrus­
         cos tanto en epigrafía y en filología cuanto en historia, arqueología y arte. Lanzi de­
         terminó que el etrusco era una lengua distinta del resto de las itálicas.
            A finales del xviil, y gracias a las ilustraciones de P. F. D’Hancarville en su obra
        Antiquités étrusques, grecques et romaines tirées du Cabinet de M. Mailton a Naples, se difun­
        dió por numerosas residencias aristocráticas europeas el gusto por el decorativismo

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