Page 22 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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movimientos de amplia permeabilidad
en el interior de grupos que acogían
con facilidad a individuos de otras áre
as (necrópolis gálicas de Bolonia y de
Casalecchio di Reno, documentación
onomástica de celtas en Spina, Mantua,
Rubiera y otros lugares).
Sin embargo, por razones demográfi
cas o por la atracción de las nuevas tie
rras itálicas comenzaron a movilizarse a
principios del siglo vi a.C. miles de cel
tas transalpinos, originando diferentes
invasiones.
El relato de tales invasiones pue
de seguirse, con sus variantes, en Polibio
(II, 17 y ss.), Dionisio de Halicarnaso
(XIII, 10-11), Tito Livio (V, 33-35), Aulo
Gelio (XVII, 13), Apiano (Céltica, II, 1),
Comelio Nepote y Trogo Pompeyo, éste a
través de Justino (Epit. hist., XX, 5). De he
cho, existen dos versiones acerca de la in
vasión gala: una centrada en un aconte
cimiento anecdótico, y otra en una ex
plicación lógica, argumentada en una infil
tración de gentes que acabaría convir
tiéndose en invasión.
Estela tipo felsina. Siglos v-iv a.C. (Museo Cívico
La leyenda recogida por Tito Livio,
Arqueológico, Bolonia.)
Dionisio de Halicarnaso y Plutarco (Ca
milo, XV y ss.) indica que los galos fue
ron inducidos a atravesar los Alpes por
Arrunte de Chiusi, hombre ya anciano, quien les hizo conocer el vino de su tierra
para acostumbrarlos a su dulce sabor. De esta manera les despertaría el deseo de con
quistar las tierras que producían aquel vino. La realidad escondida era el deseo que
Arrunte tenía de vengarse de un tal Lucumón, rico propietario chiusino (o jefe etrus
co), seductor de su esposa, o —según la variante— del hijo del citado Lucumón,
quien lo había confiado a la tutela de Arrunte.
Esta leyenda que sitúa la acción a principios del siglo iv a.C. fue decantándose
hasta finales del siglo II a.C., momento en que la recogió Catón el Censor en sus Orí
genes de Roma (II, fr. 36, ed. Peter), obra hoy perdida.
La versión oficial romana, por su parte, venía a narrar que el pueblo celta de los
bituriges, debido a un exceso de población, se había visto obligado a enviar a sus gen
tes en dos grandes expediciones hacia el valle del Danubio y hacia Italia. Una de
aquéllas, la que se encaminó a la península itálica, iba dirigida por Belloveso, el so
brino del rey celta biturige Ambigato, al frente del pueblo de los insubros.
Belloveso, sobre quien existen serias dudas acerca de su historicidad, después de
atravesar los Alpes, pudo derrotar a los etruscos no lejos del lago Tesino y luego fun
dar la ciudad de Milán (Mediolanum), al oeste de la cercana Melpum, que había sido
destruida. Otros pueblos celtas —que serían luego, todos ellos, llamados galos (Galli)
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