Page 18 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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etrusca), y no muy numerosas, como bilingües etrusco-latinas que han llegado a
nuestros días, en número de 32, al decir de J. Hadas-Lebel.
La problemática de la arqueología y de las fuentes históricas de todos aquellos
pueblos que se asentaron en Italia ha generado una vastísima bibliografía, entre la
cual destacan, especialmente, los trabajos de G. Devoto, M. Pallottino, L. Homo,
G. Bartoloni, R. Scarani, A. Boethius, G. Camporeale, G. V. Gentili, M. Zuffa y
M. Torelli, entre otros.
Pu e b l o s c o l o n iz a d o r e s e n Italia
Algunas fuentes clásicas, así como determinadas tradiciones locales, sitúan la pre
sencia de pueblos colonizadores en Italia en épocas remotas. La Arqueología (restos
sobre todo de cerámica) ha venido a confirmar que los cretenses, hacia finales del si
glo xvii a.C., y un poco más tarde los micénicos llegaron no sólo a las costas italia
nas sino también a diferentes enclaves del interior en busca de metales y productos
agrícolas, dejando como contrapartida suficientes elementos civilizadores que origi
naron, además de determinados mitos, formas de vida más evolucionadas en los ám
bitos indígenas contactados.
La zona sur de la península itálica, la costa occidental de Sicilia y las islas Lípari
fueron focos de gran atracción. Sin embargo, hacia el año 1200 a.C., debido a la con
moción producida en toda la zona del Egeo por los «Pueblos del Mar», se perdió
prácticamente toda actividad comercial, que no se volvería a reanudar hasta finales
del siglo ix a.C.
Losfenicios en Italia
Si hemos de creer a Tucídides (VI, 2) y Diodoro de Sicilia, ambos historiadores
griegos, los fenicios tuvieron diferentes establecimientos comerciales en Sicilia e islo
tes circunvecinos anteriores incluso a la llegada de los griegos a Italia. Por otra parte,
que sepamos, no se tienen referencias de que tales fenicios hubiesen colonizado la
península itálica, aunque sí mantuvieron con ella importantes contactos comerciales,
especialmente a partir de la segunda mitad del siglo viii a.C.
Parece ser que, al hundirse la actividad comercial micénica, el vacío económico
dejado por aquellos griegos en ámbitos meridionales itálicos fue ocupado por los fe
nicios (caso del promontorio de Monte Vico en la isla de Pitecusa), cuya presencia,
sin embargo, se detectaba de manera poderosa en las costas africanas (Lixus, Útica) y
aun de la península ibérica (Gades), ya desde el siglo xn a.C. No pudieron, sin em
bargo, recalar en las costas tirrénicas debido a las alianzas existentes entre Etruria y
Cerdeña, cuyos intereses económicos no eran concomitantes con los de los fenicios.
De hecho, y durante largo tiempo, diferentes princesas sardas estuvieron desposadas
con señores etruscos, como lo testimonia una tumba de la necrópolis de Cavalupo
de Vulci, del siglo ix a.C., con rico ajuar, alguno de cuyos componentes fue fabrica
do en Cerdeña, y en el que abundan las fúsayolas, objeto típico en las deposiciones
funerarias femeninas.
Tiempo después, Cartago, fundada en el 814 a.C., aglutinaría la resurrección de
lo fenicio, oscurecido por serios problemas políticos y económicos sufridos en las
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