Page 23 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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por los romanos— vendrían a continuación. Así los cenómanos, con su jefe Elitovio,
        que se instalarían en la región de Brescia y de Verona; y los libuos y sdluvios, en las in­
        mediaciones del Tesino. De hecho, cuando una nueva oleada, formada por los hoyos
        y los lingones,  arribaron a la Transpadana, la encontraron toda ella ocupada por los
        pueblos celtas antes citados. Por ello se vieron obligados a atravesar el Po, al parecer
        no tanto en busca de tierras cuanto de botín, debiendo enfrentarse a los umbros y a
        los  etruscos  (ataques  a Felsina),  a  quienes  lograron  derrotar,  ocupando  así  toda la
        Emilia.
           Por su parte, los senones, otro de los pueblos celtas que habían arribado hasta las
        costas del mar Adriático, pero que no habían podido domeñar a los vénetos, se con­
        virtieron, por su especial ardor guerrero y su deseo de fácil botín, en la vanguardia de
        todo el movimiento celta que se iba a extender hacia el sur.
           En el año 391  a.C., si aceptamos lo dicho por Diodoro de Sicilia (XIV,  113), lo­
        graron  atravesar los Apeninos y se  presentaron  ante  la ciudad  etrusca de  Clusium
        (Chiusi), a la cual le exigieron tierras. Aquel enclave etrusco, desde la conquista por
        Roma de la Etruria meridional, se hallaba en la esfera de influencia romana. Por esa
        razón, allí tomaron contacto por primera vez galos y romanos. Éstos no dudaron en
        prestarse a actuar de intermediarios entre los recién llegados —los galos senones— y
        los etruscos de Clusium. Al fracasar las negociaciones y también la toma de Chiusi, los
        galos, dirigidos por su caudillo Breno, marcharon contra Roma.
           Después de una sangrienta escaramuza, cerca de Fidenas (Fidenae), en el río Allia,
        en la que salieron derrotados los romanos, los galos pusieron sitio a la propia Roma, des­
        guarnecida y con gran parte de su temerosa población refugiada en Veyes. Roma,  sa­
        queada e incendiada luego de una dolorosa derrota, habida el 18 de julio del 390 a.C.
        (o del 387 a.C. como fecha más probable), pudo recuperar su libertad a cambio de
        pagar un fuerte botín, consistente, según cuenta Polibio (I, 6; II, 18) y Diodoro de Si­
        cilia (XVI,  115-116), en mil libras  de oro,  suma pactada por el ex tribuno militar
        S.  Sulpicio Camerino para obtener la retirada gala. Los objetos sagrados, que se ha­
        bían podido  salvaguardar en  su  totalidad,  fueron  llevados  por las Vestales,  bajo  el
        control de L. Albinio, a la ciudad etrusca de Caere (Tito Livio, V, 40).
           Los senones, por su parte, ya aculturados bajo influencias helénicas, y con territo­
        rios propios en áreas costeras del norte del Adriático, al decir del Periplo de Scylax, y
        estructura política articulada, pactaron con Dionisio I el Viejo, tirano de Siracusa
        y controlador del área adriática. El pacto y la connivencia darían sus resultados, pues
        no se explican muchas de las acciones de tal tirano, entre ellas, el saqueo del santua­
        rio de Pyrgi, en la costa tirrénica.
           Entre los años 367 y 348 a.C., Tito Livio cita al menos siete ataques de los galos
        contra Roma, galos a la sazón presentes en asentamientos de Apulia y Campania. No
        obstante,  los  romanos  pudieron  mantenerse  a la  defensiva,  logrando  detenerlos  y
        acordar con ellos una paz en torno al año 335 a.C. (Polibio, XIX,  1). También en el
        área yapigia se instalaron contingentes galos, destinados a servir como tropa de apo­
        yo a los tiranos de Siracusa y a defender el Adriático de la piratería ilírica y etrusca.
           Finalmente, la Italia que casi en su totalidad había sido ocupada por los galos, se­
        gún Justino (XXVIII, 2), pudo expulsar a tales pueblos tras derrotarlos en la decisiva
        batalla del cabo Telamón, en el litoral toscano (Polibio, II, 27-31). Allí, en el 225 a.C.,
        los ejércitos consulares romanos de L. Emilio Papo y de C. Atilio Régulo, con su vic­
        toria, lograron detener y acabar con algunas tribus galas. Las restantes, en años suce­
        sivos, serían desalojadas de toda la Galia Cisalpina.


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