Page 26 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
P. 26
tes ha constituido una ciencia histórica autónoma, denominada Etruscología y que
empezó a desarrollarse, aunque parezca paradójico, ya desde la propia época clásica
grecorromana.
En efecto, se sabe que Aristóteles redactó unos Tyrrhenon Nomima —muy pron
to perdidos—, que hubieron de contener datos sobre las costumbres de los etrus
cos y que copiaría su discípulo Teofrasto en su obra, también perdida, Peri Tyrrhe
non. Y que Sóstrato de Nisa compuso unos Tynheniká con noticias geográficas y
mitohistóricas, asimismo desaparecidos. Por su parte, el escritor de época augústea
Marco Verrio Flaco compiló a partir de las Tuscae historiae, que circulaban por
Roma, sus Rerum Etruscarum libri, que muy pronto, lamentablemente, también se per
dieron. Es un dato, asimismo muy divulgado, que el emperador Claudio (10-54), sien
do todavía príncipe, se había casado con la etrusca Plaucia Urgulanila, hija de la in
fluyente Urgulania, descendiente de una estirpe real caeretana y amiga íntima de
Livia, la esposa de Octavio Augusto, circunstancia que puso al astuto príncipe —a
pesar de su fama como «idiota de la familia»— en contacto directo con documen
tación original etrusca, lo que le permitió escribir en griego una monumental obra
en 20 libros, perdida en su totalidad, sobre antigüedades e historia etrusca, titulada
Tyrrheniká.
Sin embargo, ante la pujante civilización romana, muy celosa de sus propias pe
culiaridades, pronto dejó de interesar el estudio de aquel pueblo, que desapareció así
totalmente del recuerdo histórico.
Si se exceptúan las glosas etruscas, conservadas por los lexicógrafos Hesiquio (si
glo vil), San Isidoro de Sevilla (siglo vn), Papias (siglo xi) y en el Diccionario Enci
clopédico de Suidas, de gran éxito en tiempos medievales, habrían de transcurrir mu
chísimos siglos de silencio hasta que se reanudaran las investigaciones sobre los
etruscos. Ni siquiera el descubrimiento, en el año 1444, de las siete tablas de bron
ce de Gubbio en lengua umbra, pero escritas en parte en alfabeto latino y en parte
etrusco, conocidas como Tabulae Eugubinae, despertó el menor interés por aquel
resto del pasado.
H ist o r io g r a fía e t r u sc a
El pionero en los estudios etruscos fue el teólogo y astrólogo dominico Giovan
ni Nanni, llamado Annio de Viterbo (1432-1502), autor de una voluminosa obra, pu
blicada en Roma en 1498, sobre asuntos variados relativos a las antigüedades. En ella
(Antiquitatum variarum volumina XVII) intentaba descifrar la lengua etrusca, a la que
creyó de raíz semita, conectándola con el arameo (sermo aramaeus).
A principios del siglo xvi, un tal Segismundo Tizio, natural de Siena, recopiló nu
merosas inscripciones etruscas de Chiusi, Siena y la Maremma. Incluso intentó re
construir el alfabeto etrusco y pergeñó un vocabulario con 21 palabras. Tal obra ma
nuscrita se halla atesorada hoy día en la Bibliteca Vaticana (Cod. Vat. Chig., G, 1,31.
Historiarum Senensium). En 1517, el franciscano Mariano de Firenze, autor de nume
rosas obras de tipo religioso, redactó un Tractatus de origine, nobilitate et de excelentia
Tuscie, conservado también manuscrito en Florencia junto a otros de sus trabajos
(Are. Prov. dei Frati Minori di Toscana, Sign. 334,1, 334F, 16), tratado en el que mez
claba las noticias históricas, hasta entonces conocidas, con planteamientos bíblicos
para ensalzar de hecho la política cultural medicea.
32