Page 342 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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Las joyas etruscas, el más inmediato indicador del estatus social de quien las por­
         taba —y a las que ya se aludió al hablar de la vida cotidiana—, además de testimo­
         niar la riqueza personal, y la alta calidad técnica de sus orfebres, reafirman el grado
         de lujo al que había llegado aquella sociedad.
            Como señaló Fr. W. von Hase, el arte de la orificería tuvo su inicio en Etruria
         en la mitad del siglo vni a.C., m om ento en que las clases aristocráticas sintieron
         la necesidad de resaltar su supremacía mediante la exhibición de su riqueza. Para
         ello  no  dudaron  en  acopiar  joyas  procedentes  tanto  de  artesanos  extranjeros
         como etruscos, los cuales se habían hecho rápidamente con los secretos de su ela­
         boración.
            Muy pronto, a la técnica del laminado se le añadió, ya en el período orientalizan-
         te, la del granulado, obteniéndose incluso en algunos casos gránulos verdaderamente
         microscópicos (técnica del pulviscolo), de apenas 0,14 mm de diámetro, y que los or­
         febres fueron capaces de soldar en sus correspondientes láminas sin que se fundieran
         éstas. Gracias a los estudios de G. Piccardi, de S. Bordi y de F. Chlebecek, entre otros
         especialistas, hoy se han podido conocer las variadas técnicas de que se valieron los
        plateros etruscos y que no dejan de admirar.



        Lasfíbulas

            Las  primeras piezas  consistían en  sencillos pendientes y pectorales  de  lámina
         de oro,  trabajada ésta mediante martilleado, localizados todos en el área de Veyes
         (necrópolis  de  Quattro  Fontanili),  ejemplares  que reflejaban inequívocas  influen­
         cias rodias.
            De Vetulonia,  Caere,  Vulci,  Veyes,  Tarquinia,  Preneste,  Marsiliana  d’Albegna y
         otros numerosos lugares proceden, asimismo, cuantiosas y exquisitas joyas, decora­
         das con infinidad de motivos geométricos y zoomorfos estilizados, todas ellas de ex­
         traordinaria calidad.
            Muy larga podría ser la relación de las mismas, pero a efectos de brevedad pue­
         den ser recordadas, por ejemplo, algunas fíbulas del tipo denominado dragón. Una es
         la conocida como Fíbula Corsini (15,5 cm de longitud), proveniente de una tumba de
        Marsiliana d’Albegna —hoy conservada en Florencia—, pero hecha hacia el 650 a.C.
         en Caere. Fue trabajada en plata y revestida con lámina de oro, con granulado, y em­
         bellecida con dos leones y numerosos patos. La otra (19 cm de longitud) fue descu­
         bierta en la necrópolis de Ponte Sodo (Vulci); es también de notable calidad, labrada
         con  abundante  granulado y ornada con parejas  de  leoncitos  con la  cabeza vuelta.
        Puede admirarse en el British Museum.
            De Castelluccio di Pienza procede otra notabilísima fíbula de oro, del siglo vil a.C.,
         decorada con  granulación —a la que ya  se  aludió—,  que presenta texto  aplicado
         también  con  gránulos  de  oro.  Este  ejemplar  se  halla  atesorado  en  el  Museo  del
         Louvre.
            Al parecer, asimismo de Vulci es la fibula áurea (8,50 cm de longitud) del siglo vi a.C.
         (hoy en Schaffhausen, Suiza), decorada con elementos del mito de Belerofonte, en­
        tre los que pueden verse la Quimera y dos caballos Pegasos, así como tres amazonas
         en la extremidad de tan magnífica pieza.
            Interesantes son, desde luego, las diferentes fíbulas que se localizaron en la Tomba
        delLittore de Vetulonia, sobre todo una con «arco configurado», decorada con una es-


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