Page 338 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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piezas que luego se ensamblaron. Se tra­
                                              ta  del  Fanciullo seduto  de  Tarquinia,  del
                                             Fanciullo sedente del lago Trasimeno,  am­
                                             bos en el Vaticano, y del Fundidlo stante,
                                             hallado en Montecchio, cerca de Corto­
                                             na, y hoy en el Rijkmuseum de Leiden.
                                                 El citado  en primer lugar (32,70 cm
                                              de altura), sentado en el suelo, sobresale
                                             por la articulación  «barroca»  dada a sus
                                             brazos y piernas y por el giro de su cabe­
                               w
                                             za,  formando  un  esquema  compositivo
                                              cerrado.  De  su  cuello  pende  una  bulla
                                              discoidal, signo de su nacimiento como
                                             persona  libre.  La  inscripción  que  pre­
                                              senta, incompleta (TLE,  148), en el bra­
                                             zo  derecho  —hoy  en  parte  perdido—,
                                              alude  a  que  la  figurilla  representa  un
         Fanciullo del lago Trasimeno. (Museo Gregoriano
                                              don votivo, ofrecido al dios Selvans.  Ha
                   Etrusco, Vaticano.)
                                             sido fechada a finales del siglo m a.C.
                                                 El segundo fanciullo (26  cm  de  altu­
                                              ra), de la misma época y conocido tam­
         bién como Putto  Grazziani,  figura a otro  niño  asimismo sentado,  que está jugando
         con una paloma.  De su cuello cuelga una gran bulla discoidal y en sus brazos tiene
         sendos brazaletes. Su esquema compositivo es abierto, muy diferente al de la figuri­
        lla  anterior.  Una inscripción  (TLE,  624),  presente  en  su pierna  derecha,  señala su
         condición de exvoto que se dedicó,  en algún santuario  del lago Trasimeno,  al dios
         Tec(e)sans (identificable con el Tecvm del Hígado de Piacenza).
            La última pieza, igualmente  de  finales  del  siglo ni a.C. —algunos  la rebajan
         al π a.C.—, figura a un niño de pie (32 cm de altura) jugando con una oca que tie­
         ne entre sus manos. También está desnudo, como los anteriores, y porta la consabi­
         da bulla discoidal colgada del cuello, además de otra suspendida en un brazalete so­
         bre su brazo izquierdo.  En su pierna derecha y en sentido vertical hay una inscrip­
         ción (TLE, 652) en la que se indica que la pieza es un don votivo efectuado por una
         tal  Velia Fanacnei, sin duda, la madre del niño, a Thufltba —divinidad citada en el an­
         tes mencionado Hígado de Piacenza y venerada en un santuario cercano a Cortona.
         Estilísticamente, esta estatuilla constituye uno de los más hermosos bronces etruscos,
         al tiempo que refleja una clara sensibilidad helenizante.



         B r o n c e s  f ig u r a n d o  a  d io s e s

            El proceso de antropomorfización de los dioses etruscos tuvo su reflejo en la plásti­
         ca, elaborándose una iconografía de divinidades tomada de modelos orientalizantes y
         griegos, que se conocía por hallarse presente en los vasos cerámicos. Puede decirse que
        ya en el siglo vi a.C. estuvo delineado el repertorio figurativo de los dioses, según permi­
         ten conjeturar algunas imágenes presentes en las lastras del palacio de Muflo.
            La primera imagen votiva de  divinidad  etrusca que  se  conoce  se localizó  en el
         santuario de Gravisca, el puerto de Tarquinia, frecuentado, como se dijo, por merca­

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