Page 132 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
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biciosos, pues cualquier otro intento desbordaría mi capacidad y, por
       tanto, mis propósitos. Pretendo únicamente escudriñar las motivacio­
       nes que conducen a la creación, adopción, usurpación, asimilación o
       repudio del héroe ajeno que, manipulado, se convierte en exemplum
       para el destino que le desee otorgar el historiador antiguo o la histo­
       riografía moderna. Aníbal y Viriato no son más que dos excusas que
       me permiten jugar con detalles más o menos vistosos procedentes de
       las fuentes clásicas o de la creatividad de los historiadores. En definiti­
       va, no trato de restaurar el pasado, sino de reflexionar sobre los proce­
       dimientos por otros empleados. A quien se sienta insatisfecho con tan
       mediocre  tarea sólo  puedo  recordarle las  palabras  de  Mariana a las
       censuras que en sus Advertencias á la historia del P. Juan de Mariana de la
       Compañía de Jesús (Madrid,  1613)  le  había hecho  Pedro  Mantuano:
       «Que nadie puede obligarme á más de lo que yo pretendí obligarme
       de mi sola voluntad.»



       Q u e  el h é r o e p r o p io   es a je n o
          Nuestra información sobre Viriato y la guerra lusitana sería sustan­
       cialmente  diferente  si  hubiéramos  conservado  no  sólo  las periochae
       (52-54), sino la obra completa de Livio correspondiente a estos acon­
       tecimientos. Desgraciadamente sólo contamos con el relato de Apia­
       no (Iber. 60-75), que sigue esencialmente a Polibio, aunque con proble­
       mas de fiabilidad, y con el de Diodoro (33), cuya fuente es Posidonio.
       Por estas circunstancias es difícil determinar el proceso de conforma­
       ción de la leyenda.
          Diodoro (33.1) indica el origen lusitano de Viriato, nacido en la
       parte  occidental  del  territorio,  cerca  del  Océano.  Poco  importa  el
       acierto  de la noticia;  en realidad  todas  las fuentes  antiguas  aceptan
       el carácter lusitano del héroe. Pero, al parecer, incomoda a la historio­
       grafía nacionalista asumir que el moderno estado de Portugal pudiera
       ser el más legítimo propietario de la herencia de Viriato. Para evitarlo,
       se operan los mecanismos que, con mayor o menor fortuna, dispone
       el ingenio de quienes sienten la necesidad de reivindicar escenas heroi­
       cas para su historia patria. Es obvio, claro está, que el ejercicio se pue­
       de hacer más o menos inocentemente, con más o menos gracejo.  Si
       en 1900 Arenas López1 hacía a Viriato celtíbero, en 1988 García Mo­




          1 Reivindicaciones históricas.  Viriato no fue portugués sino celtíbero,  1900.
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