Page 135 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
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lidad, los distintos ensayos analíticos que se realizan son complemen­
       tarios, puesto  que  desde diversas perspectivas van diseccionando la
       complicada y riquísima formación del relato en torno a la figura del
       héroe, así como sus complejos procesos de transmisión que, lógica­
       mente,  son cambiantes.  De hecho,  no hay uniformidad total  en la
       percepción de las figuras heroicas, pues cada momento histórico las
       reinterpreta según sus propias circunstancias. Un ejemplo sintomáti­
       co es el del propio Aníbal, considerado por toda la historiografía tar-
       dorrepublicana y altoimperial como meritorio par del  distinguidísi­
       mo Escipión, paradigma del romano óptimo; pasa a ser equiparado
       por Claudiano, ya en la Antigüedad tardía, con Alarico, el azote de la
       época8.



       La apropiación

          En la conocida disputa entre Sánchez Albornoz y Américo Castro
       a propósito de lo que no sin ironía podríamos denominar «formación
       del espíritu nacional» se aprecia una emotiva percepción de la historia
       tan alejada de los planteamientos actuales que parece disparatadamen­
       te distante. El intuitivo Castro propone no reconocer lo español antes
       de la convergencia en el territorio peninsular de los fluidos culturales
       cristiano, hebreo e islámico. Sánchez Albornoz, siempre grave, alega
       que su adversario no sabe «escuchar a los hispanos de los milenios que
       precedieron a la invasión árabe de España»9. Y no tiene inconvenien­
       te en afirmar que él mismo «ha comprobado las turbadoras semejan­


       ción intelectual indígena... Una ideología de la realeza manejada por Viriato y su staff
       intelectual». Nada, pues, más alejado de los planteamientos defendidos por García Mo­
       reno en su «Viriato».
         8  M.  Dewar,  «Hannibal and Alaric in the Later Poems  of Glaudian», Mnemosyne,
       47.3,1994, 349-372.
         9  C. Sánchez Albornoz, España, un enigpta histórico, I, Barcelona, 1977 (1956),  104.
       Un símil ecuestre permite a Sánchez Albornoz establecer en el prólogo a la primera edi­
       ción de esta obra, cuán diferente se siente a Américo Castro: «Prefiero cabalgar la parda
       muía del buen sentido que el pura sangre de la imaginación desenfrenada.» No obstan­
       te, en el prólogo de la edición que manejo, titulado  Todavía, la parda muía se desboca
       al decir: «Y vuelvo a repetir el desafio que he lanzado muchas veces. Espero tranquilo
       que alguien me  demuestre que he errado en las páginas de esta obra.» Sin duda, Sán­
       chez Albornoz estaba seguro de su acierto pues su nueva «España Sagrada» era de ins­
       piración divina: «quiero agradecer al Altísimo la empresa por mí llevada a cabo... Dios
       me dio las fuerzas y las dotes precisas para cumplir mi misión». Sin duda, puede seguir
       esperando tranquilo; con semejante aval, tiene inmunidad garantizada.

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