Page 136 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
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zas  que  unen la  contextura vital  de  los  hispanos  de  comienzos  de
       nuestra Era con la herencia temperamental de los  españoles moder­
       nos» y que incluso «ha ido registrando en grandes figuras literarias de
       la España musulmana, rasgos psíquicos y vitales de los hispanos del le­
       jano pretérito peninsular y de los españoles  de nuestros  días»10.  No
       obstante, sería injusto omitir su más ponderado criterio según el cual
       las causas de tales parentescos no son exclusivamente raciales. A pesar
       de ello, las más superficiales analogías siguieron siendo útiles para in­
       tentar demostrar la continuidad del comportamiento hispano, inhe­
       rente a su espíritu. «Pelayo junto a los Picos de Europa en el primer
       tercio del siglo viii y Umar ben Hafsun en la Serranía de Ronda duran­
       te las últimas décadas del ix, consiguieron atraer hacia sí las mismas
       devociones y fervores que Viriato, Sertorio o Pompeyo, y en circuns­
       tancias  no  más promisorias y halagüeñas.  Con las  mismas palabras
       describen además Diodoro Siculo e Ibn ‘Idari a dos caudillos españo­
       les separados por un milenio de historia: el lusitano Viriato y el rene­
       gado andaluz Ibn Hafsun»11.
          Tal vez, si historiar no hubiera sido para ellos un ejercicio de retó­
       rica nacionalista, se podría haber dado la circunstancia del encuentro
       con apologetas de otras patrias, acérrimos defensores de sus heroicos
       caudillos locales pertrechados con similares méritos, suficientemente
       dignos como para merecer el seguimiento de gloriosos pueblos, depo­
       sitarios, a su vez, de sus irrepetibles peculiaridades espirituales. No es
       difícil descubrir cómo esas particularísimas idiosincrasias se caracteri­
       zan, paradójicamente, por su universalidad. Precisamente por ello Flo­
       ro podría haber definido, como a Viriato en Hispania (1.33.15), a Bu-
       rebista, Rómulo «rumano»12.
          Y cualquiera puede pensar que siéndonos tan ajenos tales plantea­
       mientos poco fruto se puede extraer ya de ellos. Pero si despierto el in­
       terés por aquellas viejas polémicas es porque no comparto que sean de
       vana lección. En primer lugar, porque nos ayudan a reflexionar sobre
       los procesos de construcción del pensamiento sobre lo histórico y, en
       segundo lugar, porque,  como  si en una galería de espejos  estuviéra­
       mos, reconocemos viejos retratos con modernos ropajes, pues «o mito
       de Viriato sedimentou e jaz docemente adormecido, mas basicamen-



         10  Ibid., 97.
         11  Ibid.,  107.
         12  Sobre este tema, cfr. J. M.a Blázquez, «El estado de Burebista y los pueblos de la Pe­
       nínsula Ibérica en época helenística. Semejanzas y diferencias»,  Gerión, 5, 1987,195-209.

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