Page 37 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
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Este duelo afectó también a Briseida (UtadaXDÍ, 281-305):

                Pero después, justamente, Briseida,
                a la áurea Afrodita semejante,
                nada más vio a Patroclo desgarrado
                por el punzante bronce, derramóse
                sobre uno y otro flanco de su cuerpo
                y prorrumpió en agudos gemidos,
                y desgarró sus pechos con sus manos,         285
                y, asimismo, su cuello delicado
                y su hermoso rostro.
                Y entonces, llorando, la mujer,
                parecida a las diosas, así dijo:
                «¡Patroclo, para mí, infortunada,
                y para mi alma, grato en sumo grado!,
                vivo yo te dejaba al salir
                de esta tienda y muerto te hallo ahora,
                comandante de tropas, al volver              290
                de regreso; ¡cómo un mal tras otro
                contra mí de continuo se sucede!
                Al hombre a quien me dieron como esposa
                mi padre y también mi augusta madre,
                desgarrado lo vi ante mi ciudad
                por el agudo bronce,
                y a mis tres hermanos, tan queridos,
                que engendrara también mi misma madre;
                ellos todos se fueron al encuentro
                del fatal día de su perdición.
                Pero a mí ni siquiera, de verdad,           295
                ni siquiera me dejabas llorar,
                cuando el rápido Aquiles a mi esposo
                mató y destruyó la ciudadela
                de Mines el divino; al contrario,
                de continuo afirmabas que me harías
                la legítima esposa del divino
                Aquiles y que a Ftía
                me llevaría a bordo de sus naves
                y entre los mirmidones
                un banquete nupcial celebraría.
                Por eso yo te lloro intensamente            300
                muerto como hasta ahora estás, a ti que siempre
                fuiste para conmigo bondadoso
                con bien melosa afabilidad.»
                Así dijo llorando, y después de ella
                exhalaban gemidos las mujeres,

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